Nosotros los indefensos

Carlos Freile

Al señor A un irresponsable le choca el auto después de pasarse la luz roja, su esposa va a la clínica y el auto chocado al patio de la Policía, para sacarlo debe pagar cerca de quinientos dólares; a la señora B le cobran multas de un auto robado un par de años antes, con todos los trámites legales realizados; al señor C le cobra multas por infracciones cometidas en Loja, aunque no conoce esa ciudad; a casi todos los dueños de vehículos les cobran multas sin presentar pruebas de la infracción y sin derecho a la defensa; la señora D pide una tabla barata en un almacén de maderas en Tumbaco, el dependiente le contesta que tiene una “de tipo D”, cuando se la entregan, constata que está torcida, al reclamar el dependiente le suelta: “Sí le avisé que es de tipo D”, “¿Y qué significa tipo D?, “Dañada”; a la señora E se le caducó la clave del IESS, va a una oficina y le dicen que no pueden hacer nada, que vaya a un Centro de Cómputo; la señora F compra un maqueño, en Tumbaco, a 25 centavos…..

Diferentes tipos de abusos, algunos provienen del poder institucional, anónimo y omnívoro, oculto bajo el anonimato y sin rostro de una burocracia antropófaga; otros nacen del personajillo que se aprovecha de la necesidad de otro para esquilmarlo centavo a centavo en versión actualizada (por eso del eufemismo grotesco “de tipo D”) del tramposo de feria y del vendedor de ‘crecepelo’.

Frente a estos hechos se comprende la invención de los superhéroes, de un Superman y de un Batman, y sobre todo de un tercermundista Chapulín Colorado; nosotros, los ecuatorianos no tenemos ni un minúsculo Catzo Amarillo Patito que nos ampare.

Los llamados a hacerlo, no solo por ley sino por decencia (¿qué era eso?) están entretenidos en el cobro de diezmos y en ocultar trapisondas. Aunque algunos simplemente se contentan con no hacer olas al pasado, al presente y al futuro, mientras tanto nosotros, los ecuatorianos ‘mushpas’, indefensos, porque “somos desgraciados y siempre lo seremos”, en decir del poeta. Nuestra institucionalidad, a fin de cuentas, es “de tipo D”.

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