Los parques son la oficina de artistas y deportistas

ESFUERZO. Sebastián Rosero camina por la cuerda floja, aprendió hace varios años.
ESFUERZO. Sebastián Rosero camina por la cuerda floja, aprendió hace varios años.
ACTIVIDAD. Dery Gonzales dicta clases de danza aérea en La Carolina.
ACTIVIDAD. Dery Gonzales dicta clases de danza aérea en La Carolina.
BAILE. Grupos de danza brindan espectáculos a quienes transitan en distintas partes del parque.
BAILE. Grupos de danza brindan espectáculos a quienes transitan en distintas partes del parque.
ARTE. Exposiciones artísticas al aire libre se encuentran en El Ejido.
ARTE. Exposiciones artísticas al aire libre se encuentran en El Ejido.

Al aire libre, sin necesidad de escritorios ni paredes, deportistas y artistas realizan las actividades que les apasionan y con las que se ganan la vida. Los parques de Quito se han convertido en centros de espectáculos gratuitos para quienes caminan por sus alrededores.

Dery Gonzales tiene 26 años, es instructora de danza aérea y arribó al país hace aproximadamente tres años. Su objetivo era expandir sus fronteras y salir adelante “en un lugar donde la situación no se asemejara a lo que, en ese entonces, se vivía en Venezuela”.

En Caracas, su ciudad natal, entrenaba danza en telas en una academia, de la que formó parte durante cinco años consecutivos. “Allí me enamoré de este deporte y de sus beneficios para la salud”, cuenta.

Cuando llegó a Quito pasaron meses en los que no consiguió trabajo. Había terminado la carrera en Gestión Turística, pero no podía revalidar su título.

“Después de cuatro meses de haber llegado conseguí mi primer trabajo como mesera de un restaurante”, relata. Pasaron años antes de que consiguiera un puesto de instructora de danza aérea, pero lo consiguió y ahora se ha enfocado en ofrecer cursos accesibles para quienes quieren aprender el deporte.

De lunes a viernes se la puede encontrar en el parque La Carolina.

“Practico por mi cuenta y doy clases de 10:00 a 12:00”, explica y agrega que de esa forma puede entrenar, ayudar a las personas y enviar dinero a su familia que aún está en Venezuela.

A las actividades en el parque la acompaña Érika Escobar, de 20 años. La conoció en un curso de superación hace unos ocho meses.

Ahora sus objetivos son emprender un proyecto para incentivar los cursos al aire libre.

“Queremos que esta iniciativa se expanda no solo a este deporte sino a varios más que no se encuentran dentro de los más practicados como el fútbol, básquet o ‘volley’”, relata Escobar.

Actividades artísticas
Ricardo Vanegas tiene 35 años y es un dibujante. Se dedica a recrear caricaturas a las orillas de la laguna de la Alameda.

“En los dos años que llevo dedicándome a dibujar caricaturas, tanto en parques como en lugares o eventos públicos, he dibujado a personas de todas las edades y familias enteras”, cuenta.

Su oficina, aunque no siempre fija, consta de una caja con carboncillos, un taburete, un caballete, lienzos y una silla para los modelos. Es en este improvisado lugar donde ocurre la magia desde la pluma hasta el papel.

Vanegas fue artista desde que era pequeño. Antes pintaba cuadros y los vendía de la misma forma que lo hace hoy, en las calles.

EL DATO
En la ciudad existen cerca de dos mil gremios de artistas. Dice que lo único que le ha hecho falta a su carrera es un “golpe de suerte” que haga que su trabajo se conozca. Su sueño es tener su propia exposición, en algún momento.

Durante sus jornadas, una de las mejores recompensas “han sido las sonrisas de las personas que ven sus caricaturas” o las felicitaciones que recibe por su trabajo.

En otro parque de la ciudad, en El Ejido está otro de los ‘oficinistas’.

Sebastián Rosero, de 32 años, practica allí la disciplina que le ha apasionado ya durante más de tres años, la cuerda floja.

Él es un artista callejero. Los martes y los jueves practica tres horas para mejorar el ‘show’ que presenta en los semáforos de la ciudad.

Desde pequeño, Rosero se interesó por el circo urbano. Después de terminar el colegio, decidió aprender artes plásticas y, además, artes circenses.

“Siempre me llamó la atención la cuerda floja por su nivel de dificultad. De pequeño siempre admiré a las personas que se subían a esa delgada tira de tela para maniobrar sin ninguna seguridad”, cuenta.

En estos años, ha tenido caídas y heridas, pero asegura que encontró la forma de seguir sus sueños. (ECV)