Amistades que se ‘tejen’ en los locales del Centro Histórico

Hombres y mujeres ‘matan el tiempo’ elaborando sacos, bufandas y chambras.

Mientras hacen puntadas de cruz o ‘cola de pavo’, hombres y mujeres de distintos puntos de la ciudad pasan gran parte de su tiempo en locales ubicados entre las calles Flores y Venezuela, en el Centro Histórico.

Se podría decir que estas pequeñas comunidades están tejiendo su historia y que lo hacen a medida que mueven las agujetas o el croché entre sus manos.

Tal como lo haría una araña, los miembros de estos clubes elaboran ovillos con lana para luego formar cuadros, trenzas, círculos o lo que le dicte su imaginación. Esta labor la realizan durante las mañanas o las tardes. Al mismo tiempo, debaten de todo tipo de tópicos cotidianos, esos que se comparten mejor cuando uno está sentado en un banco de madera o una silla de plástico.
Martha Noroña, quien tiene 50 años, es una de las grandes tejedoras que acuden a esta zona. Aprendió el oficio a los 18 años y hoy es considerada ‘la maestra de las puntadas’. Confecciona sacos, bufandas, cobijas, gorras, guantes, tapetes para mesas, forros para muebles, ternos para bebés, chambras…

Ella conoce todas las técnicas y lo demuestra tras mirar un saco que su amiga Consuelo tejió en un solo día. “Ella usó reveses, resortes, medio punto, una palma y musgo. Los acabados son con croché”, dice con solvencia.

Terapia. Para algunos, tejer es una alternativa contra el estrés.
Terapia. Para algunos, tejer es una alternativa contra el estrés.

El poder de la constancia
Cristina Díaz vive en Nayón, al nororiente del Distrito, pero también acude a este rincón del Casco Colonial para hacer lo que le gusta. Ella asegura que en el tejido experimenta la misma pasión que un futbolista siente en una cancha.

En sus hábiles manos, la lana parece estar encantada. En cuestión de minutos los hilos se transforman en cadenas y luego en telares que dan forma a prendas de vestir. Ella no sigue ningún patrón de tejido y asegura que se los conoce todos de memoria.

El oficio
En otro local, en la Venezuela, se destaca Jenny Martínez, quien teje desde los 10 años y se ha familiarizado tanto con el oficio, que ni siquiera necesita cinta métrica para medir el tamaño de un saco. Ella solo mira al cliente y sabe con exactitud la cantidad de lana que empleará y el tiempo que tardará en confeccionar la prenda.

Para esta mujer de 40 años tejer es una forma de vida y hasta una terapia. Afirma que gracias a esta labor ha dejado de visitar a los médicos y que ya no sufre migrañas. Ella sostiene que cuatro horas son suficientes para que la gente aprenda a ‘jugar con la lana’.

El diálogo es importante
Mientras elaboran hermosas prendas de vestir o adornos, hombres y mujeres también tejen amistades a partir de conversasiones en las que hablan de los platillos que preparan en casa, de los éxitos de sus hijos, de las malas experiencias con los vecinos y de las bromas que comparten. (PSD)

FRASE

Esta es una terapia increíble, uno se olvida de todo cuando está tejiendo”. Consuelo Mejía, tejedora.