Descendiente de Darwin alaba en Ecuador la labor local en la lucha climática

La tataranieta del naturalista británico Charles Darwin, Sarah Darwin, en la reserva del Antizana, en la provincia de Napo. Foto: EFE
La tataranieta del naturalista británico Charles Darwin, Sarah Darwin, en la reserva del Antizana, en la provincia de Napo. Foto: EFE

Napo, EFE

Sarah Darwin, tataranieta del naturalista británico Charles Darwin, ensalzó la necesidad de trabajar a nivel local con las comunidades para luchar contra el cambio climático y la crisis medioambiental en la Tierra.

En una visita a Ecuador como parte de la comitiva del presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, la botánica inglesa destacó la necesidad de trabajar con las poblaciones autóctonas en cada región del mundo para encontrar la mejor forma manera de combatir el calentamiento global.

«Todos estamos relacionados, y esto es muy importante porque significa que somos parte de la naturaleza, por lo que buscar las soluciones para esta crisis medioambiental que afecta a todo el mundo se tiene que conseguir trabajando con la naturaleza y no en su contra, y ese es el mensaje de Darwin que podemos usar hoy», expresó en una entrevista con Efe.

Esta especialista en la planta del tomate cursó sus estudios de Doctorado en las Galápagos hace 25 años, justo el mismo lugar en el que su antepasado analizó la fauna y flora durante cinco semanas, dando lugar a una parte de su obra cumbre: «El Origen de las Especies».

En ese libro, Darwin sentó las bases para la teoría de la evolución de acuerdo a la selección natural, basada en la variación que existe entre animales y plantas a lo largo del tiempo aunque pertenezcan a la misma especie.

La gran biodiversidad del archipiélago ecuatoriano, con numerosos animales de diferentes especies a las que encontró en el continente suramericano, ayudó al británico a fundamentar su teoría evolutiva, que le granjeó prestigio a nivel mundial a la par que críticas por parte de los sectores más conservadores.

Una fama, y el mismo amor por la ciencia, que persigue a sus descendientes allá por donde vayan.

Los sobrinos de Sarah Darwin son también científicos, así como alguno de sus hermanos, integrantes de una familia que se dedica «al menos la mitad» a estudiar todo lo relacionado con el propio ser humano y la naturaleza que les rodea.

Ella decidió seguir los pasos de su tatarabuelo hasta el punto de terminar sus estudios postobligatorios en Galápagos, archipiélago que ha visitado en varias ocasiones a lo largo de su vida, la última el pasado jueves.

«Las islas Galápagos son un laboratorio viviente para los investigadores y la investigación que tiene lugar ahí es tan emocionante ahora como en la época de Darwin», destacó la tataranieta, que reside en Alemania de donde es oriunda su pareja.

Explicó, además, que el territorio insular es fuente constante de nuevos hallazgos para la investigación.

«Están constantemente descubriendo nuevas cosas sobre la naturaleza de las islas y su evolución», subrayó en la zona continental, en las faldas del volcán andino Antisana, donde conoció la obra del investigador prusiano Alexander von Humboldt.

Sobre las amenazas que atenazan al archipiélago, situado unos 1.000 kilómetros de distancia del litoral de Ecuador, Sarah Darwin avisó que siguen siendo «muy peligrosas», pero destacó el trabajo que se está haciendo para mantenerlas a raya.

Según comentó, cada vez que viaja a las islas observa «más y más trabajo para preservarlas» y a sus ecosistemas, únicos en el mundo, así como una cada vez más estrecha colaboración entre las comunidades locales, científicos, miembros del Parque Nacional de Galápagos y autoridades.

En su último periplo pudo conocer, junto con el resto de la comitiva que acompañaba al presidente alemán, la iniciativa 100 % ecológica del aeropuerto de la isla de Baltra, además de otros proyectos bajo la iniciativa «Galápagos verde» desarrollada en el lugar.

La investigadora se interesó por el programa para acabar con los roedores invasores en la isla de Seymour Norte, que se llevó a cabo en enero pasado y que lucha por mantener intacto el ecosistema de la isla.

Todas estas «buenas historias» le hacen ser optimista de cara al futuro de las especies y de la supervivencia humana, siempre que esta entienda que la biodiversidad nunca podrá ser entendida si antes no se comprende la evolución.

Por eso, consideró un sinónimo de éxito la iniciativa conjunta llevada a cabo en Galápagos entre la población y la comunidad científica para recoger los desperdicios plásticos de las playas del archipiélago, y que puede trasladarse a otras partes del globo.

Quizás Darwin se hubiera espantado de ver cómo se encuentra en la actualidad ese mundo que él ayudó a comprender, pero el principal mensaje que quieren transmitir sus descendientes es que su teoría de las especies y su lucha siguen siendo hoy igual de relevantes que hace más de 150 años.