La egolatría

Rodrigo Contero Peñafiel

Cuando los individuos se ubican primero, antes que la sociedad, cualquier regla o práctica social que limite la libertad de las personas puede ser cuestionada. Si una norma no protege a alguien de algún perjuicio, no pude ser justificada moralmente. Las reuniones masivas convocadas para el lucimiento personal no producen resultados positivos para la población.

En los países socialistas el “yo” de los autócratas los ubica como figuras nacionales haciendo que la sociedad se convierta en sirviente de ellos, en contraposición a las necesidades de las instituciones y los grupos que se ven subordinados a los requerimientos individuales.

El enfoque liberal que fue baluarte en el mundo antiguo sucumbe cuando los derechos individuales se expanden, la cultura del consumo se generaliza y las sociedades reaccionan con horror y temor ante los males perpetrados por los imperios dictatoriales, fascistas y comunistas.

Todas las sociedades tienen la obligación de proteger a las personas ante los acontecimientos de la vida diaria. La moralidad de los individuos, grupos e instituciones son interdependientes y no existen líneas divisorias que los separe porque regula sus actuaciones.

No se puede lastimar o tratar mal injustamente a nadie por pensar o actuar diferente como usualmente lo hacen o piensan los déspotas; ningún acto delictivo puede quedar oculto por más que lo intenten, con el paso del tiempo saldrán a la luz las irracionalidades cometidas en contra de las personas, instituciones y la sociedad.

En el país todavía se valora la honestidad y el respeto a las normas que rigen el convivir ciudadano, a pesar de que en ocasiones se pretende justificar las transgresiones por causas “elevadas” y sediciosas que nada tienen que ver con la justicia. Todos tenemos la obligación de ponernos en el lugar de las personas ofendidas para aprender a vivir civilizadamente, sin miedo ni temor a la venganza de quienes metieron la mano en la justicia.

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