Niños tienen una nueva oportunidad de vivir en fundación

SOLIDARIDAD. Los pequeños tienen un nuevo hogar, en el que pueden salir adelante con mucho apoyo.
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SOLIDARIDAD. Los pequeños tienen un nuevo hogar, en el que pueden salir adelante con mucho apoyo.
SOLIDARIDAD. Los pequeños tienen un nuevo hogar, en el que pueden salir adelante con mucho apoyo.
SOLIDARIDAD. Los pequeños tienen un nuevo hogar, en el que pueden salir adelante con mucho apoyo.

David, nombre protegido, fue encontrado cuando tenía pocos meses de nacido. “El niño estaba a punto de morir, no había comido nada en días en el momento que le trajimos a la fundación Aliñambi”, cuenta Lorenzo Jumbo, director del organismo, ubicado en Quito.

Cuando se intentó buscar a sus padres, no los hallaron, sino hasta tres meses después; ambos están privados de libertad, cada uno en una diferente ciudad. Ahora, dos años después, David es un niño feliz y saludable quien, a pesar de haber sido abandonado y de no conocer a sus progenitores, ha comenzado a dar sus primeros pasos.

Aliñambi alberga a chicos que, como David, han sido vulnerados en sus derechos y se han visto afectados por estar en situaciones de riesgo. “Estos son pequeños que, según la sociedad, son “la última rueda del coche”. Son personas no tienen las mismas oportunidades que los demás”, dice Diana Romero, una de las tutoras de la institución.

David, nombre protegido, fue encontrado cuando tenía pocos meses de nacido. “El niño estaba a punto de morir, no había comido nada en días en el momento que le trajimos a la fundación Aliñambi”, cuenta Lorenzo Jumbo, director del organismo, ubicado en Quito.

Cuando se intentó buscar a sus padres, no los hallaron, sino hasta tres meses después; ambos están privados de libertad, cada uno en una diferente ciudad. Ahora, dos años después, David es un niño feliz y saludable quien, a pesar de haber sido abandonado y de no conocer a sus progenitores, ha comenzado a dar sus primeros pasos.

Aliñambi alberga a chicos que, como David, han sido vulnerados en sus derechos y se han visto afectados por estar en situaciones de riesgo. “Estos son pequeños que, según la sociedad, son “la última rueda del coche”. Son personas no tienen las mismas oportunidades que los demás”, dice Diana Romero, una de las tutoras de la institución.

David, nombre protegido, fue encontrado cuando tenía pocos meses de nacido. “El niño estaba a punto de morir, no había comido nada en días en el momento que le trajimos a la fundación Aliñambi”, cuenta Lorenzo Jumbo, director del organismo, ubicado en Quito.

Cuando se intentó buscar a sus padres, no los hallaron, sino hasta tres meses después; ambos están privados de libertad, cada uno en una diferente ciudad. Ahora, dos años después, David es un niño feliz y saludable quien, a pesar de haber sido abandonado y de no conocer a sus progenitores, ha comenzado a dar sus primeros pasos.

Aliñambi alberga a chicos que, como David, han sido vulnerados en sus derechos y se han visto afectados por estar en situaciones de riesgo. “Estos son pequeños que, según la sociedad, son “la última rueda del coche”. Son personas no tienen las mismas oportunidades que los demás”, dice Diana Romero, una de las tutoras de la institución.

David, nombre protegido, fue encontrado cuando tenía pocos meses de nacido. “El niño estaba a punto de morir, no había comido nada en días en el momento que le trajimos a la fundación Aliñambi”, cuenta Lorenzo Jumbo, director del organismo, ubicado en Quito.

Cuando se intentó buscar a sus padres, no los hallaron, sino hasta tres meses después; ambos están privados de libertad, cada uno en una diferente ciudad. Ahora, dos años después, David es un niño feliz y saludable quien, a pesar de haber sido abandonado y de no conocer a sus progenitores, ha comenzado a dar sus primeros pasos.

Aliñambi alberga a chicos que, como David, han sido vulnerados en sus derechos y se han visto afectados por estar en situaciones de riesgo. “Estos son pequeños que, según la sociedad, son “la última rueda del coche”. Son personas no tienen las mismas oportunidades que los demás”, dice Diana Romero, una de las tutoras de la institución.

GRAFÍCOS. Las paredes del sitio promueven, con mensajes, la esperenaza.
GRAFÍCOS. Las paredes del sitio promueven, con mensajes, la esperenaza.
GRAFÍCOS. Las paredes del sitio promueven, con mensajes, la esperenaza.
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La esperanza abunda
El portón grande, las paredes coloridas y los calurosos saludos de los niños abrazan a cualquiera que llegue a visitar este sitio. Los dibujos pintados en las casas y las aulas hacen que se vuelva un espacio donde la esperanza abunda y las heridas son curadas. Con 157 millones de sucres y bastantes ganas de ayudar, Lorenzo Jumbo y su grupo de amigos decidieron emprender en este proyecto, que cambiaría la vida de muchos.

TOME NOTA
Para más información, escribe a: [email protected]. O visite la página de Facebook de la fundación, como @fualinambi.Entre risas y un suspiro de nostalgia, Lorenzo saca una foto de su pared; es un recuerdo de los primeros niños que llegaron a la fundación. “Al principio fue duro, los chicos no eran fáciles de manejar, no había nada para darles de comer. Tenemos épocas duras y se sufre bastante, pero todo lo hacemos por los pequeños”, menciona.

“¡Miren, ahí viene el tío!”, exclaman los niños cada vez que Lorenzo pasa por la puerta. Para ellos, las tutoras y el director son la única familia que tienen. La fundación se ha convertido en su hogar y sus amigos ahora son sus hermanos. “Todo lo hemos logrado por la buena voluntad de la gente; es un ejercicio solidario”, comenta Jumbo.

El sitio cuenta con ocho tutoras o ‘tías’, como los chicos las llaman. “Trabajamos tres días y descansamos tres, y cambiamos de turno con las demás tutoras”, cuentan Romero y Silvia Villamar, dos de las ‘tías’ de Aliñambi. “Nosotras somos las encargadas de enseñarles toda la parte familiar y los valores. Estamos aquí para apoyarlos y darles confianza, porque siempre es necesario”, agrega Silvia.

La esperanza abunda
El portón grande, las paredes coloridas y los calurosos saludos de los niños abrazan a cualquiera que llegue a visitar este sitio. Los dibujos pintados en las casas y las aulas hacen que se vuelva un espacio donde la esperanza abunda y las heridas son curadas. Con 157 millones de sucres y bastantes ganas de ayudar, Lorenzo Jumbo y su grupo de amigos decidieron emprender en este proyecto, que cambiaría la vida de muchos.

TOME NOTA
Para más información, escribe a: [email protected]. O visite la página de Facebook de la fundación, como @fualinambi.Entre risas y un suspiro de nostalgia, Lorenzo saca una foto de su pared; es un recuerdo de los primeros niños que llegaron a la fundación. “Al principio fue duro, los chicos no eran fáciles de manejar, no había nada para darles de comer. Tenemos épocas duras y se sufre bastante, pero todo lo hacemos por los pequeños”, menciona.

“¡Miren, ahí viene el tío!”, exclaman los niños cada vez que Lorenzo pasa por la puerta. Para ellos, las tutoras y el director son la única familia que tienen. La fundación se ha convertido en su hogar y sus amigos ahora son sus hermanos. “Todo lo hemos logrado por la buena voluntad de la gente; es un ejercicio solidario”, comenta Jumbo.

El sitio cuenta con ocho tutoras o ‘tías’, como los chicos las llaman. “Trabajamos tres días y descansamos tres, y cambiamos de turno con las demás tutoras”, cuentan Romero y Silvia Villamar, dos de las ‘tías’ de Aliñambi. “Nosotras somos las encargadas de enseñarles toda la parte familiar y los valores. Estamos aquí para apoyarlos y darles confianza, porque siempre es necesario”, agrega Silvia.

La esperanza abunda
El portón grande, las paredes coloridas y los calurosos saludos de los niños abrazan a cualquiera que llegue a visitar este sitio. Los dibujos pintados en las casas y las aulas hacen que se vuelva un espacio donde la esperanza abunda y las heridas son curadas. Con 157 millones de sucres y bastantes ganas de ayudar, Lorenzo Jumbo y su grupo de amigos decidieron emprender en este proyecto, que cambiaría la vida de muchos.

TOME NOTA
Para más información, escribe a: [email protected]. O visite la página de Facebook de la fundación, como @fualinambi.Entre risas y un suspiro de nostalgia, Lorenzo saca una foto de su pared; es un recuerdo de los primeros niños que llegaron a la fundación. “Al principio fue duro, los chicos no eran fáciles de manejar, no había nada para darles de comer. Tenemos épocas duras y se sufre bastante, pero todo lo hacemos por los pequeños”, menciona.

“¡Miren, ahí viene el tío!”, exclaman los niños cada vez que Lorenzo pasa por la puerta. Para ellos, las tutoras y el director son la única familia que tienen. La fundación se ha convertido en su hogar y sus amigos ahora son sus hermanos. “Todo lo hemos logrado por la buena voluntad de la gente; es un ejercicio solidario”, comenta Jumbo.

El sitio cuenta con ocho tutoras o ‘tías’, como los chicos las llaman. “Trabajamos tres días y descansamos tres, y cambiamos de turno con las demás tutoras”, cuentan Romero y Silvia Villamar, dos de las ‘tías’ de Aliñambi. “Nosotras somos las encargadas de enseñarles toda la parte familiar y los valores. Estamos aquí para apoyarlos y darles confianza, porque siempre es necesario”, agrega Silvia.

La esperanza abunda
El portón grande, las paredes coloridas y los calurosos saludos de los niños abrazan a cualquiera que llegue a visitar este sitio. Los dibujos pintados en las casas y las aulas hacen que se vuelva un espacio donde la esperanza abunda y las heridas son curadas. Con 157 millones de sucres y bastantes ganas de ayudar, Lorenzo Jumbo y su grupo de amigos decidieron emprender en este proyecto, que cambiaría la vida de muchos.

TOME NOTA
Para más información, escribe a: [email protected]. O visite la página de Facebook de la fundación, como @fualinambi.Entre risas y un suspiro de nostalgia, Lorenzo saca una foto de su pared; es un recuerdo de los primeros niños que llegaron a la fundación. “Al principio fue duro, los chicos no eran fáciles de manejar, no había nada para darles de comer. Tenemos épocas duras y se sufre bastante, pero todo lo hacemos por los pequeños”, menciona.

“¡Miren, ahí viene el tío!”, exclaman los niños cada vez que Lorenzo pasa por la puerta. Para ellos, las tutoras y el director son la única familia que tienen. La fundación se ha convertido en su hogar y sus amigos ahora son sus hermanos. “Todo lo hemos logrado por la buena voluntad de la gente; es un ejercicio solidario”, comenta Jumbo.

El sitio cuenta con ocho tutoras o ‘tías’, como los chicos las llaman. “Trabajamos tres días y descansamos tres, y cambiamos de turno con las demás tutoras”, cuentan Romero y Silvia Villamar, dos de las ‘tías’ de Aliñambi. “Nosotras somos las encargadas de enseñarles toda la parte familiar y los valores. Estamos aquí para apoyarlos y darles confianza, porque siempre es necesario”, agrega Silvia.

INFORMACIÓN.  Puede comunicarse al teléfono: 022344544.
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También institución educativa
Los niños están divididos entre hombres y mujeres. Cada uno de los grupos tiene su propio espacio con dos cuartos, su ropa y algunos juguetes para distraerse. Además de ser una fundación, Aliñambi funciona como una institución educativa. De esta manera, los chicos que viven aquí pueden aprender y adaptarse a la sociedad. “Nuestro mayor anhelo es que los niños vuelvan a creer. Son vulnerables, han dejado de creer en ellos mismos. Queremos hacerles entender que son alguien, que son valorados y que son parte de la sociedad. Todos somos iguales, nadie vale más, nadie vale menos”, aduce Diana Romero.

Los pequeños cuentan con diferentes departamentos dentro del lugar, donde reciben atención médica, sicológica y apoyo en distintas disciplinas educativas. En Aliñambi todos tienen lugares específicos para aprender sobre panadería, agricultura y otros espacios recreativos. “Trabajar con los niños ha sido un proceso de constante aprendizaje mutuo”, explican.

“Hay días difíciles, hay momentos durante las visitas de los padres que no todos reciben a alguien, entonces ‘se bajonean’. Se sienten incómodos y tristes, ahí entramos nosotras” y les hacemos actividades que los distraigan, para que se olviden del mal rato”, mencionan Silvia y Diana. “Queremos que los niños rompan el ciclo y se integren a la sociedad como las buenas personas que son y que estamos formando aquí”, afirma el director. Aliñambi significa camino de bien. Este es el nombre que Lorenzo ha escogido para llamar a este lugar, donde la niñez de estos pequeños se restaura con significativos actos de amor y solidaridad.

¿Cómo ayudar?
° La Fundación Aliñambi ha crecido gracias a la gente que ha colaborado con esta causa. En caso de querer ayudar a los niños, cualquier tipo de donación es bienvenida, expresa Lorenzo Jumbo, director del organismo. Alimentos como arroz, granos, azúcar y enlatados son de mucha ayuda para completar las comidas diarias de los pequeños. Ropa, libros, útiles para las distintas actividades escolares y artículos de limpieza serán de mucha ayuda, concluye.

Antecedentes
Sobre el sitio

° Era 1991 y el miedo inundaba las calles de Quito. 22 asesinatos: ocho taxistas, diez homosexuales y otras cuatro personas fueron las víctimas mortales del asesino en serie más joven que el país ha tenido. Juan Fernando Hermosa de 15 años, más conocido como “El Niño del Terror” formó una pandilla junto a otros diez niños, de los cuales dos, fueron los primeros en llegar a la Fundación.

° A raíz de estos acontecimientos nace la Aliñambi. Un proyecto que busca ayudar a niños, niñas y adolescentes cuyos padres se encuentran privados de libertad mediante valores familiares, educacionales y capacitación técnica productiva.

LAHORA/LAB

Un taller con estudiantes universitarios de Periodismo.

Doménica Rivadeneyra,
estudiante de la USFQ

También institución educativa
Los niños están divididos entre hombres y mujeres. Cada uno de los grupos tiene su propio espacio con dos cuartos, su ropa y algunos juguetes para distraerse. Además de ser una fundación, Aliñambi funciona como una institución educativa. De esta manera, los chicos que viven aquí pueden aprender y adaptarse a la sociedad. “Nuestro mayor anhelo es que los niños vuelvan a creer. Son vulnerables, han dejado de creer en ellos mismos. Queremos hacerles entender que son alguien, que son valorados y que son parte de la sociedad. Todos somos iguales, nadie vale más, nadie vale menos”, aduce Diana Romero.

Los pequeños cuentan con diferentes departamentos dentro del lugar, donde reciben atención médica, sicológica y apoyo en distintas disciplinas educativas. En Aliñambi todos tienen lugares específicos para aprender sobre panadería, agricultura y otros espacios recreativos. “Trabajar con los niños ha sido un proceso de constante aprendizaje mutuo”, explican.

“Hay días difíciles, hay momentos durante las visitas de los padres que no todos reciben a alguien, entonces ‘se bajonean’. Se sienten incómodos y tristes, ahí entramos nosotras” y les hacemos actividades que los distraigan, para que se olviden del mal rato”, mencionan Silvia y Diana. “Queremos que los niños rompan el ciclo y se integren a la sociedad como las buenas personas que son y que estamos formando aquí”, afirma el director. Aliñambi significa camino de bien. Este es el nombre que Lorenzo ha escogido para llamar a este lugar, donde la niñez de estos pequeños se restaura con significativos actos de amor y solidaridad.

¿Cómo ayudar?
° La Fundación Aliñambi ha crecido gracias a la gente que ha colaborado con esta causa. En caso de querer ayudar a los niños, cualquier tipo de donación es bienvenida, expresa Lorenzo Jumbo, director del organismo. Alimentos como arroz, granos, azúcar y enlatados son de mucha ayuda para completar las comidas diarias de los pequeños. Ropa, libros, útiles para las distintas actividades escolares y artículos de limpieza serán de mucha ayuda, concluye.

Antecedentes
Sobre el sitio

° Era 1991 y el miedo inundaba las calles de Quito. 22 asesinatos: ocho taxistas, diez homosexuales y otras cuatro personas fueron las víctimas mortales del asesino en serie más joven que el país ha tenido. Juan Fernando Hermosa de 15 años, más conocido como “El Niño del Terror” formó una pandilla junto a otros diez niños, de los cuales dos, fueron los primeros en llegar a la Fundación.

° A raíz de estos acontecimientos nace la Aliñambi. Un proyecto que busca ayudar a niños, niñas y adolescentes cuyos padres se encuentran privados de libertad mediante valores familiares, educacionales y capacitación técnica productiva.

LAHORA/LAB

Un taller con estudiantes universitarios de Periodismo.

Doménica Rivadeneyra,
estudiante de la USFQ

También institución educativa
Los niños están divididos entre hombres y mujeres. Cada uno de los grupos tiene su propio espacio con dos cuartos, su ropa y algunos juguetes para distraerse. Además de ser una fundación, Aliñambi funciona como una institución educativa. De esta manera, los chicos que viven aquí pueden aprender y adaptarse a la sociedad. “Nuestro mayor anhelo es que los niños vuelvan a creer. Son vulnerables, han dejado de creer en ellos mismos. Queremos hacerles entender que son alguien, que son valorados y que son parte de la sociedad. Todos somos iguales, nadie vale más, nadie vale menos”, aduce Diana Romero.

Los pequeños cuentan con diferentes departamentos dentro del lugar, donde reciben atención médica, sicológica y apoyo en distintas disciplinas educativas. En Aliñambi todos tienen lugares específicos para aprender sobre panadería, agricultura y otros espacios recreativos. “Trabajar con los niños ha sido un proceso de constante aprendizaje mutuo”, explican.

“Hay días difíciles, hay momentos durante las visitas de los padres que no todos reciben a alguien, entonces ‘se bajonean’. Se sienten incómodos y tristes, ahí entramos nosotras” y les hacemos actividades que los distraigan, para que se olviden del mal rato”, mencionan Silvia y Diana. “Queremos que los niños rompan el ciclo y se integren a la sociedad como las buenas personas que son y que estamos formando aquí”, afirma el director. Aliñambi significa camino de bien. Este es el nombre que Lorenzo ha escogido para llamar a este lugar, donde la niñez de estos pequeños se restaura con significativos actos de amor y solidaridad.

¿Cómo ayudar?
° La Fundación Aliñambi ha crecido gracias a la gente que ha colaborado con esta causa. En caso de querer ayudar a los niños, cualquier tipo de donación es bienvenida, expresa Lorenzo Jumbo, director del organismo. Alimentos como arroz, granos, azúcar y enlatados son de mucha ayuda para completar las comidas diarias de los pequeños. Ropa, libros, útiles para las distintas actividades escolares y artículos de limpieza serán de mucha ayuda, concluye.

Antecedentes
Sobre el sitio

° Era 1991 y el miedo inundaba las calles de Quito. 22 asesinatos: ocho taxistas, diez homosexuales y otras cuatro personas fueron las víctimas mortales del asesino en serie más joven que el país ha tenido. Juan Fernando Hermosa de 15 años, más conocido como “El Niño del Terror” formó una pandilla junto a otros diez niños, de los cuales dos, fueron los primeros en llegar a la Fundación.

° A raíz de estos acontecimientos nace la Aliñambi. Un proyecto que busca ayudar a niños, niñas y adolescentes cuyos padres se encuentran privados de libertad mediante valores familiares, educacionales y capacitación técnica productiva.

LAHORA/LAB

Un taller con estudiantes universitarios de Periodismo.

Doménica Rivadeneyra,
estudiante de la USFQ

También institución educativa
Los niños están divididos entre hombres y mujeres. Cada uno de los grupos tiene su propio espacio con dos cuartos, su ropa y algunos juguetes para distraerse. Además de ser una fundación, Aliñambi funciona como una institución educativa. De esta manera, los chicos que viven aquí pueden aprender y adaptarse a la sociedad. “Nuestro mayor anhelo es que los niños vuelvan a creer. Son vulnerables, han dejado de creer en ellos mismos. Queremos hacerles entender que son alguien, que son valorados y que son parte de la sociedad. Todos somos iguales, nadie vale más, nadie vale menos”, aduce Diana Romero.

Los pequeños cuentan con diferentes departamentos dentro del lugar, donde reciben atención médica, sicológica y apoyo en distintas disciplinas educativas. En Aliñambi todos tienen lugares específicos para aprender sobre panadería, agricultura y otros espacios recreativos. “Trabajar con los niños ha sido un proceso de constante aprendizaje mutuo”, explican.

“Hay días difíciles, hay momentos durante las visitas de los padres que no todos reciben a alguien, entonces ‘se bajonean’. Se sienten incómodos y tristes, ahí entramos nosotras” y les hacemos actividades que los distraigan, para que se olviden del mal rato”, mencionan Silvia y Diana. “Queremos que los niños rompan el ciclo y se integren a la sociedad como las buenas personas que son y que estamos formando aquí”, afirma el director. Aliñambi significa camino de bien. Este es el nombre que Lorenzo ha escogido para llamar a este lugar, donde la niñez de estos pequeños se restaura con significativos actos de amor y solidaridad.

¿Cómo ayudar?
° La Fundación Aliñambi ha crecido gracias a la gente que ha colaborado con esta causa. En caso de querer ayudar a los niños, cualquier tipo de donación es bienvenida, expresa Lorenzo Jumbo, director del organismo. Alimentos como arroz, granos, azúcar y enlatados son de mucha ayuda para completar las comidas diarias de los pequeños. Ropa, libros, útiles para las distintas actividades escolares y artículos de limpieza serán de mucha ayuda, concluye.

Antecedentes
Sobre el sitio

° Era 1991 y el miedo inundaba las calles de Quito. 22 asesinatos: ocho taxistas, diez homosexuales y otras cuatro personas fueron las víctimas mortales del asesino en serie más joven que el país ha tenido. Juan Fernando Hermosa de 15 años, más conocido como “El Niño del Terror” formó una pandilla junto a otros diez niños, de los cuales dos, fueron los primeros en llegar a la Fundación.

° A raíz de estos acontecimientos nace la Aliñambi. Un proyecto que busca ayudar a niños, niñas y adolescentes cuyos padres se encuentran privados de libertad mediante valores familiares, educacionales y capacitación técnica productiva.

LAHORA/LAB

Un taller con estudiantes universitarios de Periodismo.

Doménica Rivadeneyra,
estudiante de la USFQ