Homenaje al abogado en su día

ÉTICA. El abogado debe amar su profesión, debe ser leal tanto al cliente como al adversario.
ÉTICA. El abogado debe amar su profesión, debe ser leal tanto al cliente como al adversario.

Autor: José Sebastián Cornejo Aguiar

Me parece un motivo sumamente gratificante el poder emitir unas breves reflexiones y pensamientos en este día tan especial, en el que se celebra el Día del Abogado. Es una profesión compleja, que incluso en ciertas ocasiones de la vida nos embate sin piedad y nos pone a prueba con lo peor que se puede tener reservado para nosotros, ya que nos vamos a topar con ciertas situaciones aparentemente enmarañadas. A tal punto que llegaremos a pensar o cuestionar si realmente existe la justicia como aquel ideal que tiene el mundo deseando la paz, el respeto, el derecho y la libertad.

Concepto de justicia que, en palabras de Mario Benedetti, en su poema ‘Defender la Justicia’, nos da a entender cómo esta tiene que “Defender la Justicia de los opresores y de los canallas, defenderla de frente, sin falsos rodeos, sin ambage inútil, sin perder el tiempo. Defenderla de todos y también por todos, como una bandera. Sin pactar traiciones, sin cejar empeños, sin ceder ni un dedo. Defenderla del tiempo y al margen del sitio cual valor supremo. (…)”.

Ya que solo así se defenderá la justicia, la que predispone a jueces y a hombres a impartir lo suyo; la que da a cada uno lo que más merece; la que sobrepasa la razón y el mundo porque es algo eterno. Concepto de justicia que los abogados en algún momento tendrán que poner a prueba desenvolviéndose con total precisión, y buscando apoyo en las estructuras formativas que han ido adquiriendo con el pasar de los años y a su hacer diario, a tal punto que recordemos que en esta carrera el estudiar poco o nada nos convierte en menos abogados.

Lo cual infiere que el prepararse es lo mismo que poner un motor a una barca. Hay que medir, pensar, equilibrar y poner todo en marcha. Pero para eso uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta y un kilo y medio de paciencia, palabras vertidas en el poema ‘Educar’, de Gabriel Celaya. Este nos permite entender cómo el abogado es aquel encargado de defender y llevar nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hacia islas lejanas, e incluso reflejar nuestros sueños tras las sombras de la duda, buscando el triunfo en las batallas y aunando la justicia en los espacios. Es por ello que esta hermosa carrera no se acaba con la obtención del título, sino más bien nos convierte en eternos estudiantes amantes del sentido de honradez, probidad y justicia, que se logra solo con la lucha, ya que la justicia impera por sobre cualquier otra cosa. Siendo esta nuestra motivación diaria estimados colegas, a seguir llevando a cabo esta noble profesión con ahínco y perseverancia, ya que el verdadero sentido de nuestra profesión siempre será una función social al servicio de la justicia y del derecho, donde estará presente nuestra ética profesional, como aquella manifestación del conocimiento, deberes y derechos inherentes al momento de desarrollar nuestra profesión.

Por la justicia
Compañeros abogados y abogadas recordemos que nuestra función primordial es la búsqueda constante e incesante de la justicia. En sus manos está la defensa de intereses, derechos y libertades de quien deposita en ustedes su confianza, siendo necesario que sigamos estudiando. Solo preparándonos entenderemos lo bonito que es saber, pues es triste que otros lean, lo que tú puedes leer, e incluso nuestras ideas muy buenas pueden ser. Es por ello que siempre debemos estudiar, leer e investigar, a tal punto que de la lectura nos hemos de enamorar para poder crecer y prosperar.

Rendirse jamás
Finalmente, estimados colegas, no queda mal por decir que dentro de este saludo de homenaje a todos los abogados y abogadas de nuestro país, sepamos recordar que rendirse jamás será una opción, ya que cada día es un nuevo comienzo, que refleja la hora y el mejor momento para ser lo mejor, a tal punto que nos debemos enorgullecer de tal forma de nuestra profesión, que el día en que nuestros hijos o hijas nos pidan un consejo sobre su destino, consideremos un honor proponerles que se hagan abogados o abogadas como la mejor opción, teniendo presente, y dándoles a conocer, que un abogado sin estudio es como una flor sin un jardín, que pese a ser hermosa no nos hace sonreír, sentir ni ser feliz.