La descentralización es una aspiración que se plasma en papel mucho mejor que en la práctica. El manejo de la pandemia puso en gran evidencia la desigualdad de preparación, recursos y poder que existe entre las distintas administraciones locales.
Muchas debieron sortear lo peor de la pandemia con escasos recursos y capacidad de gestión y dependiendo de las decisiones de un COE Cantonal en ocasiones desconectado de las autoridades nacionales. De todas formas, se pusieron la tarea al hombro y respondieron a sus ciudadanos como mejor pudieron, pese a la falta de respuesta y atraso en el pago de las obligaciones que debían llegar desde Quito. El resultado deja a alcaldes y prefectos bastante mejor parados que decenas de desprestigiados asambleístas y ministros.
Mayor descentralización no constituye la panacea si no se acompaña de una adecuada redistribución de ingresos. Hoy, la mayor cantidad de gobiernos medianos y pequeños dependen del Estado, del cual reciben cerca del 6% del PIB, entre asignaciones y preasignaciones presupuestarias -además de la retención del IVA-, en comparación con la región de Asia-Pacífico, 10%; y Europa y EE.UU., que llega al 18%. Sin un efectivo control local, más descentralización puede aumentar la desigualdad al perpetuar la corrupción.
El centralismo es una herencia del colonialismo español y de la lucha por mantener el poder del estado central en todo el territorio. Hoy, la ciudadanía parece estar harta de la democracia, e impulsar la descentralización efectiva y real, puede ser una manera de rescatarla y crear, quizá, más gobernabilidad.
Temen a la inteligencia, pero si entendieran lo realmente temible, temblarían ante la estupidez.”
Goethe (1749-1832) Escritor, dramaturgo y científico alemán.
Qué error es esperar que el hombre construya el mundo que ella quiere, en lugar de crearlo sola.”
Anaïs Nin (1903-1977) Escritora francesa.