El poder de la fe

MARCOS

SANTIBAÑEZ

El pasaje de san Mateo 5,21-28 tiene una gran belleza y, en cierto modo, nos da un ejemplo del poder que tiene la fe. En él, se cuenta que una mujer cananea aborda a Cristo, suplicándole un milagro para su hija enferma, pero éste “aparentemente” la ignora. A tal punto es la insistencia de la mujer, que los discípulos incluso se incomodan. Cuando finalmente Cristo accede a conversar con la mujer, se niega a su petición, pues al parecer lo que pide no está en el plan de Dios, pues ella no es judía. Sin embargo, la mujer no se desanima y desde la imagen de una comida familiar y unos perritos que comen las migajas que de la mesa caen, ella se identifica con esos perritos, ya que le basta eso, unas migajas del Señor. Cristo “se sorprende” y ensalza a la mujer, diciéndole que por esta demostración de humildad, entereza y fe su hija ya se ha curado.

¿Cuál es el fruto de la fe de la mujer cananea? Podría pensarse en que sólo fue la curación de su hija. Es evidente, que su insistencia tuvo mella en el corazón misericordioso de Cristo, pero en realidad el Señor estaba poniendo a prueba la fe de los apóstoles. Buscaba que todos comprendieran cómo acogía con aprecio a quien confiaba en Él con perseverancia, incluso con obstinación. De manera que estamos ante dos milagros: el de la recuperación de la hija de la mujer cananea, en primera instancia, y la conversión del corazón de sus apóstoles, a un nivel más profundo.

La fe no es sólo creer en algo, sino en creer, confiar en Alguien; y ése es Jesucristo ¿Es nuestra fe como la de la mujer cananea? ¿pido al Señor con insistencia y humildad, confiando en que Él escucha mi súplica?

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