A Propósito Del Amor

Sarai García Guerra

Entre globos, rosas, y el color rojo característico de los mediados de febrero, puede que el amor tome apariencia de pastel, se disfrace de edulcorante y apele a una manifestación prototipo. Nos han vendido una idea de amor: un amor que oscila entre quietud y tranquilidad perpetua e inmutable, entreverada con drama y dolor. Desde las telenovelas hasta los programas de farándula el amor se disfraza de una búsqueda compungida por encontrar a aquel o aquella que nos ha de complementar y garantizar la felicidad.

¿Qué es el amor? Pues su definición está sujeta al momento histórico en el que se pretenda enmarcar esa categoría. Por ejemplo el amor de pareja y su elección es una creación de occidente moderno, no lo digo como crítica, sino como descripción.

El amor de los grandes dolores, de historias dramáticas y sufridas es un lugar común, que perpetúa y legitima prácticas de dominación y violencia en nombre de los afectos. Eso no es amor, eso es subyugación. Si algo duele, puede sospecharse de esa noción de amor, el amor no tiene que doler.

No existe una sola forma de amar, no hay fórmulas que garanticen relaciones atravesadas por amor ni tampoco modelos perfectos, sin embargo una característica del amor es que éste sea transformador. El amor implica exposición, un salto al vació para el encuentro de un otro que también es habitante del vacío. Un encuentro con otro que no es ni tiene aquello uno cree y sin embargo comparte una ilusión común.

En un mundo que apela con vehemencia a la seguridad, a la limpieza, al hermetismo, a la autonomía e individualidad correr el riesgo del encuentro con un otro que nos pueda transformar es un acto de rebelión y valentía.

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