Propósito de enmienda

Álvaro Peña Flores

Nos estamos perdiendo el respeto a nosotros mismos, nuestra palabra que es el mayor y sagrado bien que tiene el ser humano ha perdido valor. La palabra sólida, veraz, reflexiva y profunda es el pilar que sostiene el mundo y hace posible todo lo que hacemos. Con la palabra convencemos o decepcionamos, con la palabra amamos y odiamos, con la palabra exteriorizamos nuestros más íntimos deseos.

Esta edición he querido hacer alusión a este don que tiene el ser humano que es la palabra y los efectos que ésta tiene, relegada a un plano minúsculo por nuestro fanatismo e insensatez frente a los acontecimientos que están sucediendo en nuestro país. Ya lo decía en la edición anterior, es momento de reivindicar la unidad. Pensar diferente no es malo, lo malo es hacer de esa diferencia un enemigo de la unidad y del bienestar.

No precisamos propósitos ni buenas intenciones de candidatos ni fanáticos. Precisamos hechos verdaderos que vayan acorde con el propósito y la intención. Los ecuatorianos queremos un país donde las oportunidades de crecer y vivir dignamente estén siempre presentes. De la misma forma que el odio y la represión por pensar diferente también se ha institucionalizado, necesitamos un nuevo contrato social firmado por todos, desde el más chico hasta el más grande; que transforme a Ecuador en un país más decente y mejor. La nueva etapa que el país está viviendo nos debe llevar a hacer un verdadero propósito de enmienda, conjugable en libertad y justicia –eso es la democracia– y ejercer el derecho y el deber responsablemente, participando desde nuestras esferas de actividad y condición, en procesos que hagan oír las voces de todos los que luchan contra la injusticia social, para vivir la libertad, por tanto, la igualdad.

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