El fin del país

JORGE ZAMBRANO ANDRADE

Qué les pasa a nuestros países, si la crisis de los estudiantes o los atentados terroristas pueden hacernos olvidar todo lo que era importante para nosotros. Qué nos pasa en Ecuador para que olvidemos, en plena campaña electoral, que uno de cada tres niños está bajo el umbral de la pobreza, un problema de envergadura brutal, que amenaza su futuro. Cómo consentimos que nos hablen de participar en manifestaciones y nos falten tanto el respeto. Por supuesto que los Gobiernos deben tomar medidas para ordenar el flujo de insurrectos y por supuesto que la protección de sus ciudadanos es una obligación. Claro que deben tomar las medidas que ayuden a minimizar los riesgos de nuevos crimines. Pero ni la crisis de los ciudadanos, ni la amenaza terrorista, ni los horribles crimines, justifican la fanfarria que rodea el lenguaje bélico en el que nos han sumergido los gobernantes. Guerra sin piedad, afirma el presidente, a lo largo del país. A qué viene tanto hablar de insurrección si de lo que se trata, precisamente, es de conseguir la paz, como todos los analistas han subrayado una y mil veces. A qué tanta manipulación y tanto olvido, no es la insurrección lo que necesita el país, sino una paz que alcance a todos los implicados en el conflicto. Una paz que incluya a quienes la están sufriendo en el día a día. Lo que nos ha traído hasta aquí fue la ruptura de la legalidad internacional. La respuesta de Estados Unidos estuvo justificada de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas. No así la insurrección promovida, conviene recordarlo, por un grupo de académicos ultra liberales. La solución nunca ha sido más guerra, sino la restauración de la ley y el compromiso entre todos los poderes de la patria. Y, por supuesto, la solución exige el fin de los conflictos. No se trata de que todos apelemos a la inhumanidad, sino de que recordemos a nuestros atacantes su propia humanidad. Desarticular sus redes sociales en Internet es más urgente es un mensaje más necesario para los jóvenes que se están fanatizando en conflictos. Recordemos que importa, lo que debe importarnos, allí y siempre.

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