‘El arte de la ficción’, el legado de James Salter

Oswaldo Paz y Miño reflexiona sobre un libro que recoge las ponencias de James Salter.

Oswaldo Paz y Miño J.

“La palabra, que es la primera semilla del razonamiento y de la religión, y del arte y de la ciencia, es la causa inicial de todos los desastres, que el hombre -ese mono endiosado- podría provocar. O que quizá haya, en otra ocasión, hace millones de años provocado”, dice con razón Antonio Gala.

Unas semanas atrás comentábamos el precioso libro de Fernando Aramburu, ‘Autorretrato sin mí’, quien sobre las palabras dice: “Las palabras son, además baratas. Las palabras son de todos. Son de todos, pero hay que conocerlas. No tardo en comprobar que su recto manejo requiere de un largo aprendizaje y que, más allá del conocimiento exhaustivo de las normas, se extiende un vasto espacio de identidades, de hondura de pensamiento y dominio estético de la expresión escrita que no se alcanza sino a costa de esfuerzo constante y de mucha soledad”.

“El recto manejo de las palabras” no es fácil, cuando el oficio que se ejerce es el de escritor, queda claro. Paul Auster, en la obra que hace quince días compartimos, ‘Una vida de palabras’, apunta: “Escribir y pintar sustituyen al movimiento por el espacio. Entonces se convierte en un viaje mental”.

Aramburu y Auster coinciden en que la soledad es imprescindible compañera en el acto creativo de escribir, de enfrentar al tiempo, y a la página en blanco.

Y es que: “Ser escritor es estar condenado a corregir. El oficio es una mezcla de exigencia y de abandono, de disciplina sin excusas y temeraria libertad”.

La sentencia que precede le corresponde a James Salter, escritor estadounidense a quien presentamos hoy, por vez primera en esta página de libros y autores, con el tomo que dicta cátedra sobre su oficio, en el que recoge tres de sus conferencias dictadas en la Universidad de Virginia, a sus 89 años, a pocos meses antes de morir.

Hablamos de un legado literario en el que -nunca mejor dicho-, “desmenuza los aspectos esenciales de su oficio con el mismo tono íntimo y directo tan apreciado por los amantes de la buena literatura”.

Salter, un novelista de excepción abre el baúl de sus herramientas para que, del mismo, los aspirantes a escritor o los escritores, consumados o consumidos, extraigan su mirada frente a ‘El arte de la ficción’: notas de luz que pueden convertir a la escritura en realidad brillante, que se pueda divisar a lo lejos, que apetece leerla hasta devorarla.

“Es difícil escribir novelas. Has de la idea y los personajes, aunque quizá se añadan personajes sobre la marcha. Necesitas la historia. Necesitas, si me permites decirlo así, la forma: ¿Qué extensión va a tener el libro? ¿Estará en párrafos largos? ¿Cortos? ¿En qué persona narrativa? ¿Mantendrá un hilo conductor o se dispersará en todas direcciones? ¿Cómo será de denso? Cuando tienes la forma puedes escribir la novela. Cuando tienes el estilo. El estilo, dónde te sitúas como escritor. Tus prejuicios. Tu posicionamiento moral. El modo en que ese libro debería leerse. Y después necesitas un comienzo. Una de las cosas más difíciles, según decía García Márquez, es el primer párrafo” (Pág. 50).

‘El arte de la ficción’ se ocupa de la lectura así: “Los libros son contraseñas, el cine es demasiado simple. Los libros que he leído y he disfrutado os recuerdo bastante bien, y con esos autores desarrollo una especie de vínculo. Nunca he llegado a tener afinidad ni a sentirme cómodo con personas que no leen o que nunca han leído. Para mí es un requisito esencial. De lo contrario echo en falta algo, amplitud de miras, noción de la historia, una sintonía compartida”. (Pág. 20).

En definitiva, “somos lo que leemos”, y eso es la pura verdad.

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PERFIL

James Salter

Escritor estadounidense (Nueva York, 1925-Sag Harbor, 2015). Estudió Ingeniería en West Point. En 1945, ingresó en las Fuerzas Aéreas. Como piloto combatió en la Guerra de Corea. Publicó su primer libro, ‘Pilotos de caza’, en 1956, y un año después abandonó el Ejército para dedicarse a la literatura. Durante una década trabajó como periodista, escribió guiones y dirigió películas para Hollywood. Su tercera novela, ‘Juego y distracción’ (1967), cimentó su reputación. Es autor también de ‘Años luz’, ‘En solitario’, la colección de relatos ‘Anochecer’ y el libro de memorias ‘Quemar los días’. En 2013, la publicación de ‘Todo lo que hay’ constituyó un acontecimiento. Recibió numerosos premios a lo largo de su vida, como el PEN/Faulkner, en 1989; el Hadada, en 2011, el PEN/Malamud, en 2012, y el Windham Campbell, en 2013

“Un novelista de excepción abre el baúl de sus herramientas para que, del mismo, los aspirantes a escritor o los escritores, consumados o consumidos, extraigan su mirada”.