Museo de los desplazados

Roque Rivas Zambrano

El crecimiento de las ciudades implica procesos violentos, en los que los menos favorecidos llevan las de perder. Los expertos en estudios urbanos emplean un término complejo para explicar uno de los efectos: gentrificación.

Se trata del proceso de transformación urbana en el que la población original de un barrio deteriorado es desplazada por otra de mayor nivel adquisitivo, como consecuencia de programas de recalificación de espacios. Pasó esto con La Ronda, por ejemplo. Aquella calle memorable del Centro Histórico, que ahora es un punto inexorable para los turistas, fue hace casi diez años un lugar intransitable, dominado por la inseguridad.

Dentro de las políticas municipales, se propuso un programa que terminó por “recuperar” la zona. Solo que la solución implicaba comprar las casas, a precios módicos, a los dueños originales. Así, los personajes y oficios tradicionales, poco a poco, fueron opacados por el mundanal ruido de los bares y karaokes que se instalaron en el lugar.

Quienes habitan aquella callecita “tradicional” no pertenecen ahí y tampoco pueden reconstruir las formas de organización que tuvieron los moradores desde sus inicios. Esta es una característica de la gentrificación: afecta especialmente a la memoria colectiva barrial, imposibilitando la reconstrucción del pasado, provocando la pérdida de la identidad local.

Por eso, colectivos artísticos como ‘Left Hand Rotation’ se han dedicado a trabajar con quienes han pasado por estos procesos en distintos lugares del mundo, haciendo intervenciones, talleres y construyendo un archivo que conforman lo que llamaron el Museo de los Desplazados, una plataforma digital en la que se reflexiona sobre la importancia de la cultura cuando de crear ciudades marcas se trata.

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