Perversiones

José Albuja Chaves


No comparto en lo absoluto los criterios formulados por el Secretario de la OEA al referirse al señor Maduro, pues los mismos en lugar de constituir la voz que represente a un organismo continental tuvo bastante de coloquial y personalizado, incluyendo el tuteo que dio cabida, además, a una verborrea de respuesta, muy característica del agresivo social y brioso capataz que gobierna Venezuela tras la muerte de su mentor, el coronel Chávez, bien encajonado en la historia de su país y del mundo que ya no le escucha sus proclamas mesiánicas.


Así, no sorprende su arremetida ubicándolo como miembro de la CIA y vocero del Imperio, inspiradores del golpe blando de la derecha política regional y a quienes manda a guardarse en “donde les quepa” todos los documentos emitidos que tienden a encontrar una salida democrática ante una crisis que ya linda en lo abominable.


La carestía y cuasi inexistencia de alimentos de primera necesidad; la intermitencia de la dotación de los servicios básicos a la poblacción; el agotamiento de medicamentos e insumos médicos estratégicos para afrontar enfermedades crónicas y catastróficas, con despiadadas muertes de niños en indefensión total; el hambre y la desesperanza, obran de catalíticos para el desborde social originado en el caos político y económico que genera el propio gobierno, colocándose el dogal ideológico a ultranza y evocando a un Simón Bolívar, indiferente con su nueva estampa empotrada en despacho, casi como guardaespaldas de una revolución que golpea hasta las entrañas populares de manera inclemente.


Claro, el corpulento todavía demuestra energía cuando voces zalameras del mundillo amical de sus ideas demuestran sus simpatías ya recelosas, pero apenas atrás de un discurso defensor de la democracia que aborrecen, y bogando por el diálogo como solución a lo que se les cae y se les va de sus manos y corazones como en cadena cíclica.


Oremos porque Venezuela recomponga la paz social y encuentre mecanismos donde las mayorías coloquen un conductor que vele por sus propios y supremos intereses.