Ya huele a Navidad

Positividad tóxica
Personaje lojano

Álvaro Peña Flores

Ya huele a Navidad. Las luces coloridas en las casas y ciudades, los adornos navideños, el pesebre, el intercambio de regalos, los caramelos, las cenas, la preparación del pavo y su relleno, los trajes y las mejores galas para vernos impecables son el preludio de una de las celebraciones cristianas más grandes del mundo en la que se conmemora el nacimiento de Jesús, fiesta que sin duda es celebrada por creyentes y no creyentes y en la que todos nos vemos contagiados de este espíritu difícil de eludir.

En reiteradas ocasiones y a lo largo de la vida he escuchado la frase: “que en esta Navidad Jesús nazca en nuestros corazones”. Es una frase un poco trillada y suena como a cliché navideño, pero que en el fondo es un sentimiento de cambio y conversión profunda para quien la acepta y para quien tiene el deseo. La tradición cristiana nos dice que Jesús nació en un pesebre, que es un recipiente donde come el ganado doméstico, o el lugar propio para la estancia de tales animales, es decir, un lugar humilde y sencillo por excelencia.

La Navidad nos invita a eso, a poder gestar los sentimientos más nobles en la intimidad de nuestro ser, que es el corazón, el lugar donde se producen y salen toda clase virtudes y defectos. Querer que Jesús nazca en el pesebre del corazón implica vaciarlo de toda clase de vacuidades como los hábitos nocivos, estilos de vida y sentimientos de aversión con nuestras alteridades y llenarlos de las verdaderas virtudes. Es inevitable dejarse contagiar del sentido comercial y consumista que la Navidad tiene hoy en día, como también es inevitable contagiarse del verdadero sentido que nos invita a la fraternidad, la solidaridad, la empatía y el amor. Después de la pandemia, esta navidad, es la primera de la nueva y antigua normalidad que seguro nos hará vivir y sentirla verdaderamente mejor.

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