Y la integración ¿qué?

ANDRÉS GÓMEZ CARRIÓN

¿Se acuerdan que hasta hace poco el diálogo político regional se basaba en la integración suramericana y sus múltiples organismos prometedores?

Lastimosamente, este proceso derivado de mecanismos exitosos de desarrollo conjunto también fue satanizado en la región producto de errores causados por sus administradores y no de la integración per sé.

Al contrario de lo que se puede pensar, los organismos de integración intergubernamental son centros de poder que promueven la armonización de políticas con el fin de garantizar la solidificación de una zona geográfica conformada por varios Estados. Esto, a su vez, permite potenciar el peso político de la región en instancias de mayor jerarquía como la ONU.

Como cualquier otra iniciativa tiene riesgos de fracaso, y en América del Sur han sido exponenciados a razón de la praxis política tan particular que hemos tenido. En la última decada, los organismos se tiñeron de ideologías y carecieron de pragmatismo. Este se convirtió en el principal causante de la debacle de la Unasur y Alba.

Fuera de esa realidad, lo que sí es indudable es la necesidad que tiene cualquier región de integrarse sin un hegemón de por medio –caso aplicable para América del Sur-. Consolidar un ente unificador permite la transición de territorios independientes a regiones reales con cierto nivel de representatividad política.

En la actualidad es necesario reflexionar si es pertinente crear nuevos organismos, como lo ha propuesto el presidente Iván Duque (Prosur), o fortalecer los ya existentes. En lo particular, prefiero señirme a la segunda opción porque la multiplicidad de organismos hace que los intereses entren en conflicto y el panorama sea difuso.

En conclusión, se debe robustecer la OEA, consolidar la Alianza del Pacífico, potenciar a la CAN y, a través de un esfuerzo conjunto, oxigenar la Unasur. En caso de que no exista voluntad política con este último organismo, ahí si pensar en Prosur.

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