ANDRÉS GÓMEZ CARRIÓN
Más allá de la opinión que individualmente nos merezca el gobierno de los Estados Unidos, esta semana le ha vuelto a dar al mundo una lección de gobernabilidad, independencia de poderes, Estado de Derecho y estabilidad gubernamental.
Luego de la oficialización de la candidatura presidencial de Bernie Sanders como opción para contrarrestar una posible reelección de Donald Trump, el Jefe de Estado norteamericano arremetió contra Sanders a través de expresiones implícitas que deforman el significado del socialismo en una especie de modelo para el establecimiento de regímenes autoritarios.
Al compás de esos hechos, dentro de la Cámara Baja estadounidense se empezó a dialogar extraoficialmente sobre un posible impeachment contra Trump. Sin embargo, la portavoz de este órgano, Nancy Pelosi, argumentó que no es una opción viable por la división que puede causar en el país.
Para el análisis queda destacar la defensa por la institucionalidad gubernamental que existe desde la mayoría de autoridades norteamericanas, quienes no subyugan la estabilidad del Estado a conflictos ideológicos de alto nivel. Además, para quienes hayan estudiado la historia estadounidense podrán reafirmar que esta ha demostrado que las figuras coyunturales no se encuentran, bajo ninguna circunstancia, por encima del ente estatal, hecho que se reafirma en este suceso.
Finalmente, es plausible hacer énfasis en que el impeachment no ha sido vetado; por el contrario, según voces autorizadas estadounidenses, este solo podrá ser una solución si existen herramientas judiciales y legales pertinentes que sustenten su puesta en marcha.
Cuánto nos queda por aprender en gran parte del territorio latinoamericano. El Estado no está al servicio del gobierno de turno, y la estabilidad de este no puede depender de conflictos ideológicos-políticos. No obstante, todo esto lo facilita poseer un sistema judicial independiente y con amplios niveles de legitimidad que le permitan confiar a la gente en procesos transparentes de necesitarse.