Altos niveles de agresividad

Salvatore Foti

La muerte de Julio Cesar Trujillo evidenció el alto nivel de agresividad que se vive en el país. Ni a la muerte se le respeta en las redes sociales. Tuve el disgusto de leer ataques e injurias inauditas inclusive antes de su defunción. Mal gusto y a menudo verdaderas dosis de maldad que deben hacernos reflexionar, pues estamos sentados sobre una bomba de relojería que tarde o temprano va a explotar.

Otro indicio de la violencia que vive el país es la agresión sufrida por Vinicio Alvarado, alto funcionario de Rafael Correa, quien fue golpeado e insultado públicamente. La prensa también ha tenido lo suyo, pues se han cerrado medios y castigados o demandados a otros que, supuestamente, atentaron contra la honra de una que otra institución pública. Hay niveles muy altos de testosterona, pero muy bajos en neuronas.

A los periodistas ya se los tacha de correístas o anticorreístas. Parecería que nadie puede dejar de ser considerado “enemigo” político. No hay dialogo; hay intolerancia. No hay política pública, para el pueblo hay humo y circo. No hay objetividad, se van perdiendo irremediablemente los matices de izquierda y derecha. Todo y todos son o correístas o anticorreístas. ¡Qué barbaridad!

A esto se ha reducido la vida política del país, que es absolutamente autorreferencial y cínica. Algunos han llegado a fomentar la agresividad. Saber que empezaremos un nuevo ciclo, con nueva presidencia y nuevas comisiones en la Asamblea Nacional, deberían hacernos reflexionar sobre cuán frágil es la estabilidad política de la cual aparentemente gozamos.

Hay que empezar a poner más atención a los verdaderos problemas de la población, que necesita trabajo y estabilidad económica. Se prefiere perseguir fines muy egoístas que, más temprano que tarde, podrían llevarnos a confrontaciones como las que se están dando en otros países.

Seguir recurriendo a la justicia para que abra investigaciones a nuestro antojo, tampoco contribuye a la tranquilidad ciudadana y menos a instrumentalizar y capitalizar a las grandes figuras que hoy no nos acompañan. Se está inaugurando una espiral de violencia y caos, pero nadie parece darse cuenta.

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