La feminización de las luchas sociales

SANTIAGO BRAVO SÁNCHEZ

El lugar de enunciación del sujeto hegemónico caracterizado por clase, raza y otras variables más, crea un «otro». La construcción de la sociedad desde dicotomías configura ese lugar y define al hombre como poder y a la mujer como sumisión a este. De esta forma ha generado una deuda histórica al invisibilizarla en la historia de los pueblos y en los espacios de toma de decisiones, particularmente en el Sur.

La participación de las mujeres en los procesos sociales ha sido clave desde la autoorganización colectiva. Por ejemplo las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, o en la lucha campesina e indígena por el territorio en Ecuador con Tránsito Amaguaña y Dolores Cacuango, Berta Cáceres en Honduras y la lista sigue.

Todas ellas no han partido desde el feminismo, pero sí han devenido hacia él. Es decir, han llegado a «ser» al encarnarlo. Actualmente la denominación o autodenominación de «feminista» tiene una carga profunda de rechazo y demonización. Sin embargo, en el mundo cada vez más mujeres y hombres devienen hacia este para ser protagonistas o aliados.

¿Feminismo es igualdad? En realidad no, no lo es. Tampoco es equidad, ni dominación de un sexo sobre otro, ni hembrismo –similar al machismo-. ¿Entonces? Yayo Herrero lo simplifica: «es la reivindicación de los derechos de las mujeres injustamente negados por siglos». Además, Rita Laura Segato menciona que no se trata de un hombres versus mujeres, es ir en contra del patriarcado, un sistema que nos deshumaniza.

Aunque hombres y mujeres replicamos prácticas machistas construidas desde este, es importante que cuestionemos nuestros sitios de enunciación para entender la importancia de la feminización de las luchas sociales. ¿Te unes?

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