¿Quieres triunfar en la vida?

Saber triunfar supone antes aprender a fracasar. Se ha dicho esto a menudo, pero ¿qué considero un triunfo y qué es para mí, para usted, un fracaso?

Si miro mi vida a corto plazo, triunfo será la satisfacción inmediata de mis deseos, y fracaso no alcanzar esta corta aspiración. Si mis anhelos están centrados en mis intereses, se me estrecharán aún más las posibilidades de éxito y se ampliarán las de fracaso.

La visión mundana temporal de la vida sólo nos prepara para un éxito que rechaza la frustración; nos pone en expectativa del propio triunfo, desconsiderando las virtualidades de la sencilla humildad o de la honesta modestia. Este es un modelo insuficiente para la vida humana y para la auténtica felicidad en ella.

El maestro Jesucristo, mediador de nueva visión mancomunada, nos enseña las condiciones para acceder al verdadero, bueno y admirable triunfo de nuestra vida. Su visión del quehacer humano es a largo plazo. Es visión de eternidad de la vida, pues hemos sido engendrados en el pensamiento de Dios Padre desde siempre y tenemos la promesa de tener vida eterna si seguimos al Maestro.

El triunfo en este nuevo paradigma está en perder nuestra vida para ganarla, en aceptar la humillación para ser engrandecidos, o en valorar el poder que Dios tiene en el humilde. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas. Hay que acometer lo que Dios quiere de nuestra vida humana desde toda la eternidad, y lo que Él espera de nosotros hoy, viviendo ya la vida eterna.

Si queremos triunfar en la vida, no temamos las pequeñas desilusiones de cada día. Éstas nos hacen fuertes para el éxito prometido en el Amor relacional del que somos eternamente depositarios.

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