Un día más entre protestas y gas lacrimógeno

PROTESTA. Los manifestantes recorrieron las principales calles de la ciudad.
PROTESTA. Los manifestantes recorrieron las principales calles de la ciudad.
PROTESTA. Los manifestantes recorrieron las principales calles de la ciudad.
PROTESTA. Los manifestantes recorrieron las principales calles de la ciudad.
PROTESTA. Los manifestantes recorrieron las principales calles de la ciudad.
PROTESTA. Los manifestantes recorrieron las principales calles de la ciudad.
PROTESTA. Los manifestantes recorrieron las principales calles de la ciudad.
PROTESTA. Los manifestantes recorrieron las principales calles de la ciudad.

Manifestantes extrajeron del suelo todo bloque de cemento para construir barricadas.

El movimiento indígena paralizó la urbe con decenas de marchas y piquetes, algunos muy violentos, mientras en el centro de la ciudad libraban una nueva batalla campal frente a las fuerzas del orden.

Los principales choques tenían lugar, como en días anteriores, en el parque del Arbolito y alrededores, lugar de la concentración de los indígenas y cercano a la Asamblea Nacional (Parlamento) y de otras instituciones nacionales.

Las granadas de estruendo, los gases lacrimógenos y gas pimienta disparado por las fuerzas de seguridad, así como los cohetes lanzados por los manifestantes sumieron a la zona en un auténtico campo de batalla, donde era imposible ver el final de la calle por las cortinas de humo blanco y gris que provocaban las detonaciones.

Antes del mediodía, los manifestantes habían empezado a extraer del suelo todo bloque de cemento, palo o instrumento que sirviera para construir barricadas e impedir con ello las cargas policiales desde el otro lado de las barreras visuales de humo.

«No paren, no paren», decían los movilizadores de una cadena de cientos de personas que descargaban, como si de un ritual se tratara, materiales de combustión para las hogueras desde camiones de abastecimiento.

De ellos extraían, cajas de frutas de madera y cartón, libretas viejas de estudio, papeles de todo tipo, y cualquier material que sirviera para avivar las llamas cuyo humo ayuda a paliar los efectos de los gases lacrimógenos.

Víctimas

En la ola de disturbios han muerto entre cuatro y cinco personas y se han registrado unos 850 heridos, según las distintas fuentes.

Frente a las cargas policiales de los últimos días, los indígenas decidieron expandir el área de su protesta en la capital y desde primera hora bloquearon cruces y carreteras en el norte y sur, creando de facto un cerco que impedía la entrada y salida con libertad. (AGENCIAS)

Manifestantes extrajeron del suelo todo bloque de cemento para construir barricadas.

El movimiento indígena paralizó la urbe con decenas de marchas y piquetes, algunos muy violentos, mientras en el centro de la ciudad libraban una nueva batalla campal frente a las fuerzas del orden.

Los principales choques tenían lugar, como en días anteriores, en el parque del Arbolito y alrededores, lugar de la concentración de los indígenas y cercano a la Asamblea Nacional (Parlamento) y de otras instituciones nacionales.

Las granadas de estruendo, los gases lacrimógenos y gas pimienta disparado por las fuerzas de seguridad, así como los cohetes lanzados por los manifestantes sumieron a la zona en un auténtico campo de batalla, donde era imposible ver el final de la calle por las cortinas de humo blanco y gris que provocaban las detonaciones.

Antes del mediodía, los manifestantes habían empezado a extraer del suelo todo bloque de cemento, palo o instrumento que sirviera para construir barricadas e impedir con ello las cargas policiales desde el otro lado de las barreras visuales de humo.

«No paren, no paren», decían los movilizadores de una cadena de cientos de personas que descargaban, como si de un ritual se tratara, materiales de combustión para las hogueras desde camiones de abastecimiento.

De ellos extraían, cajas de frutas de madera y cartón, libretas viejas de estudio, papeles de todo tipo, y cualquier material que sirviera para avivar las llamas cuyo humo ayuda a paliar los efectos de los gases lacrimógenos.

Víctimas

En la ola de disturbios han muerto entre cuatro y cinco personas y se han registrado unos 850 heridos, según las distintas fuentes.

Frente a las cargas policiales de los últimos días, los indígenas decidieron expandir el área de su protesta en la capital y desde primera hora bloquearon cruces y carreteras en el norte y sur, creando de facto un cerco que impedía la entrada y salida con libertad. (AGENCIAS)

Manifestantes extrajeron del suelo todo bloque de cemento para construir barricadas.

El movimiento indígena paralizó la urbe con decenas de marchas y piquetes, algunos muy violentos, mientras en el centro de la ciudad libraban una nueva batalla campal frente a las fuerzas del orden.

Los principales choques tenían lugar, como en días anteriores, en el parque del Arbolito y alrededores, lugar de la concentración de los indígenas y cercano a la Asamblea Nacional (Parlamento) y de otras instituciones nacionales.

Las granadas de estruendo, los gases lacrimógenos y gas pimienta disparado por las fuerzas de seguridad, así como los cohetes lanzados por los manifestantes sumieron a la zona en un auténtico campo de batalla, donde era imposible ver el final de la calle por las cortinas de humo blanco y gris que provocaban las detonaciones.

Antes del mediodía, los manifestantes habían empezado a extraer del suelo todo bloque de cemento, palo o instrumento que sirviera para construir barricadas e impedir con ello las cargas policiales desde el otro lado de las barreras visuales de humo.

«No paren, no paren», decían los movilizadores de una cadena de cientos de personas que descargaban, como si de un ritual se tratara, materiales de combustión para las hogueras desde camiones de abastecimiento.

De ellos extraían, cajas de frutas de madera y cartón, libretas viejas de estudio, papeles de todo tipo, y cualquier material que sirviera para avivar las llamas cuyo humo ayuda a paliar los efectos de los gases lacrimógenos.

Víctimas

En la ola de disturbios han muerto entre cuatro y cinco personas y se han registrado unos 850 heridos, según las distintas fuentes.

Frente a las cargas policiales de los últimos días, los indígenas decidieron expandir el área de su protesta en la capital y desde primera hora bloquearon cruces y carreteras en el norte y sur, creando de facto un cerco que impedía la entrada y salida con libertad. (AGENCIAS)

Manifestantes extrajeron del suelo todo bloque de cemento para construir barricadas.

El movimiento indígena paralizó la urbe con decenas de marchas y piquetes, algunos muy violentos, mientras en el centro de la ciudad libraban una nueva batalla campal frente a las fuerzas del orden.

Los principales choques tenían lugar, como en días anteriores, en el parque del Arbolito y alrededores, lugar de la concentración de los indígenas y cercano a la Asamblea Nacional (Parlamento) y de otras instituciones nacionales.

Las granadas de estruendo, los gases lacrimógenos y gas pimienta disparado por las fuerzas de seguridad, así como los cohetes lanzados por los manifestantes sumieron a la zona en un auténtico campo de batalla, donde era imposible ver el final de la calle por las cortinas de humo blanco y gris que provocaban las detonaciones.

Antes del mediodía, los manifestantes habían empezado a extraer del suelo todo bloque de cemento, palo o instrumento que sirviera para construir barricadas e impedir con ello las cargas policiales desde el otro lado de las barreras visuales de humo.

«No paren, no paren», decían los movilizadores de una cadena de cientos de personas que descargaban, como si de un ritual se tratara, materiales de combustión para las hogueras desde camiones de abastecimiento.

De ellos extraían, cajas de frutas de madera y cartón, libretas viejas de estudio, papeles de todo tipo, y cualquier material que sirviera para avivar las llamas cuyo humo ayuda a paliar los efectos de los gases lacrimógenos.

Víctimas

En la ola de disturbios han muerto entre cuatro y cinco personas y se han registrado unos 850 heridos, según las distintas fuentes.

Frente a las cargas policiales de los últimos días, los indígenas decidieron expandir el área de su protesta en la capital y desde primera hora bloquearon cruces y carreteras en el norte y sur, creando de facto un cerco que impedía la entrada y salida con libertad. (AGENCIAS)