Huerto y desarrollo

Santiago Bravo Sánchez

El modelo capitalista y neoliberal ha modificado y condicionado la idea de huerto dentro del imaginario social. Reduciéndolo a un sentido netamente productivo y tecnificado. Es decir, su único fin es producir y satisfacer a una población relegada casi exclusivamente al consumo de productos y no toma en consideración las relaciones y las cosmovisiones que giran en torno a este.

Además, si consideramos que la agroproducción actual se construye sobre la base de un sistema hegemónico cada vez más industrializado, mercantilizado y que depende de insumos y de subvenciones del Estado y de grandes transnacionales. Entonces, la idea del huerto, de la chacra, se desvirtúa y se rompe el lazo de unión intersubjetiva entre las personas y la tierra.

El huerto fuera de ser un agroecosistema, que lo es, es un espacio de interacción entre las personas y la naturaleza más próxima a esta. Es un lugar de resistencia hacia el sistema industrializado y su funcionamiento parte de una lógica que dista de los métodos de la agricultura convencional y la economía clásica. Aquí se mezclan e interactúan variables socioeconómicas, culturales, de biodiversidad, de intercambio y se discuten temas como el acceso al agua, la tierra, las semillas y la conservación de la agrobiodiversidad.

Sin embargo, desde las políticas públicas y privadas existe la tendencia a convertir estos espacios en plantaciones comerciales a pequeña escala o en sistemas de cultivo con menor número de cultivares o con especies comerciales que provienen de grandes transnacionales. Entonces, el huerto es una postura política y social que nos vincula y nos ancla a la naturaleza y nos construye como individuos desde el sentido de comunidad.

[email protected]

Santiago Bravo Sánchez

El modelo capitalista y neoliberal ha modificado y condicionado la idea de huerto dentro del imaginario social. Reduciéndolo a un sentido netamente productivo y tecnificado. Es decir, su único fin es producir y satisfacer a una población relegada casi exclusivamente al consumo de productos y no toma en consideración las relaciones y las cosmovisiones que giran en torno a este.

Además, si consideramos que la agroproducción actual se construye sobre la base de un sistema hegemónico cada vez más industrializado, mercantilizado y que depende de insumos y de subvenciones del Estado y de grandes transnacionales. Entonces, la idea del huerto, de la chacra, se desvirtúa y se rompe el lazo de unión intersubjetiva entre las personas y la tierra.

El huerto fuera de ser un agroecosistema, que lo es, es un espacio de interacción entre las personas y la naturaleza más próxima a esta. Es un lugar de resistencia hacia el sistema industrializado y su funcionamiento parte de una lógica que dista de los métodos de la agricultura convencional y la economía clásica. Aquí se mezclan e interactúan variables socioeconómicas, culturales, de biodiversidad, de intercambio y se discuten temas como el acceso al agua, la tierra, las semillas y la conservación de la agrobiodiversidad.

Sin embargo, desde las políticas públicas y privadas existe la tendencia a convertir estos espacios en plantaciones comerciales a pequeña escala o en sistemas de cultivo con menor número de cultivares o con especies comerciales que provienen de grandes transnacionales. Entonces, el huerto es una postura política y social que nos vincula y nos ancla a la naturaleza y nos construye como individuos desde el sentido de comunidad.

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El modelo capitalista y neoliberal ha modificado y condicionado la idea de huerto dentro del imaginario social. Reduciéndolo a un sentido netamente productivo y tecnificado. Es decir, su único fin es producir y satisfacer a una población relegada casi exclusivamente al consumo de productos y no toma en consideración las relaciones y las cosmovisiones que giran en torno a este.

Además, si consideramos que la agroproducción actual se construye sobre la base de un sistema hegemónico cada vez más industrializado, mercantilizado y que depende de insumos y de subvenciones del Estado y de grandes transnacionales. Entonces, la idea del huerto, de la chacra, se desvirtúa y se rompe el lazo de unión intersubjetiva entre las personas y la tierra.

El huerto fuera de ser un agroecosistema, que lo es, es un espacio de interacción entre las personas y la naturaleza más próxima a esta. Es un lugar de resistencia hacia el sistema industrializado y su funcionamiento parte de una lógica que dista de los métodos de la agricultura convencional y la economía clásica. Aquí se mezclan e interactúan variables socioeconómicas, culturales, de biodiversidad, de intercambio y se discuten temas como el acceso al agua, la tierra, las semillas y la conservación de la agrobiodiversidad.

Sin embargo, desde las políticas públicas y privadas existe la tendencia a convertir estos espacios en plantaciones comerciales a pequeña escala o en sistemas de cultivo con menor número de cultivares o con especies comerciales que provienen de grandes transnacionales. Entonces, el huerto es una postura política y social que nos vincula y nos ancla a la naturaleza y nos construye como individuos desde el sentido de comunidad.

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El modelo capitalista y neoliberal ha modificado y condicionado la idea de huerto dentro del imaginario social. Reduciéndolo a un sentido netamente productivo y tecnificado. Es decir, su único fin es producir y satisfacer a una población relegada casi exclusivamente al consumo de productos y no toma en consideración las relaciones y las cosmovisiones que giran en torno a este.

Además, si consideramos que la agroproducción actual se construye sobre la base de un sistema hegemónico cada vez más industrializado, mercantilizado y que depende de insumos y de subvenciones del Estado y de grandes transnacionales. Entonces, la idea del huerto, de la chacra, se desvirtúa y se rompe el lazo de unión intersubjetiva entre las personas y la tierra.

El huerto fuera de ser un agroecosistema, que lo es, es un espacio de interacción entre las personas y la naturaleza más próxima a esta. Es un lugar de resistencia hacia el sistema industrializado y su funcionamiento parte de una lógica que dista de los métodos de la agricultura convencional y la economía clásica. Aquí se mezclan e interactúan variables socioeconómicas, culturales, de biodiversidad, de intercambio y se discuten temas como el acceso al agua, la tierra, las semillas y la conservación de la agrobiodiversidad.

Sin embargo, desde las políticas públicas y privadas existe la tendencia a convertir estos espacios en plantaciones comerciales a pequeña escala o en sistemas de cultivo con menor número de cultivares o con especies comerciales que provienen de grandes transnacionales. Entonces, el huerto es una postura política y social que nos vincula y nos ancla a la naturaleza y nos construye como individuos desde el sentido de comunidad.

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