Y Evo se fue…

Paco Moncayo Gallegos

Adolfo Hitler fracasó en su intento de apoderarse violentamente del poder: astuto como era, ideó una ‘estrategia de legalidad’. Simuló respetar las normas de la Constitución, accedió al gobierno legalmente, fue designado Canciller imperial (Jefe de Gobierno) en 1933 y, un año después, a la muerte del presidente Hindenburg, asumió el mando supremo del Estado germano. Inmediatamente inició el desmantelamiento del sistema democrático.

Los socialistas del siglo XXI, aprendieron bien de esa lección. Como era impensable una estrategia violenta, en el contexto político actual, aplicaron los procedimientos del nacional socialismo alemán. Llegaron al gobierno utilizando los mecanismos constitucionales para inmediatamente controlar todas las funciones del Estado, instituir un sistema autoritario e intentar perpetuar a sus caudillos en el poder.

En Bolivia, Evo ganó elecciones con las reglas de juego democráticas, luego tomó el control de todas las funciones del Estado y pensó perpetuarse en el poder. Fue elegido presidente en 2006; en 2009 impulsó una reforma constitucional que le abría la posibilidad de la reelección para dos mandatos continuos de cinco años más y el 21 de febrero del 2016 consultó a los bolivianos si estaban de acuerdo con modificar la Constitución para poder postularse nuevamente en 2019.

El 51.3% de los votantes respondió que no. Un año después, un Tribunal Supremo Electoral de bolsillo dictaminó, contra toda norma, que el límite de dos periodos presidenciales violaba sus Derechos Humanos y autorizó una nueva postulación. En las últimas elecciones, en un proceso viciado de irregularidades, le declararon ganador en la primera vuelta. La descarada corrupción electoral desbordó el límite de la paciencia nacional y Evo tuvo que irse. La pregunta es: ¿Puede quejarse quien violó tantas veces la Constitución y pretendió quedarse en el poder mediante un evidente fraude electoral, de haber sido víctima de un golpe de Estado?

En el Ecuador la situación fue similar, pero Rafael Correa, eligió irse porque conocía de la quiebra a la que su ineptitud y soberbia había llevado a la economía nacional y prefirió que la crisis estalle en las manos de su sucesor.

[email protected]

Paco Moncayo Gallegos

Adolfo Hitler fracasó en su intento de apoderarse violentamente del poder: astuto como era, ideó una ‘estrategia de legalidad’. Simuló respetar las normas de la Constitución, accedió al gobierno legalmente, fue designado Canciller imperial (Jefe de Gobierno) en 1933 y, un año después, a la muerte del presidente Hindenburg, asumió el mando supremo del Estado germano. Inmediatamente inició el desmantelamiento del sistema democrático.

Los socialistas del siglo XXI, aprendieron bien de esa lección. Como era impensable una estrategia violenta, en el contexto político actual, aplicaron los procedimientos del nacional socialismo alemán. Llegaron al gobierno utilizando los mecanismos constitucionales para inmediatamente controlar todas las funciones del Estado, instituir un sistema autoritario e intentar perpetuar a sus caudillos en el poder.

En Bolivia, Evo ganó elecciones con las reglas de juego democráticas, luego tomó el control de todas las funciones del Estado y pensó perpetuarse en el poder. Fue elegido presidente en 2006; en 2009 impulsó una reforma constitucional que le abría la posibilidad de la reelección para dos mandatos continuos de cinco años más y el 21 de febrero del 2016 consultó a los bolivianos si estaban de acuerdo con modificar la Constitución para poder postularse nuevamente en 2019.

El 51.3% de los votantes respondió que no. Un año después, un Tribunal Supremo Electoral de bolsillo dictaminó, contra toda norma, que el límite de dos periodos presidenciales violaba sus Derechos Humanos y autorizó una nueva postulación. En las últimas elecciones, en un proceso viciado de irregularidades, le declararon ganador en la primera vuelta. La descarada corrupción electoral desbordó el límite de la paciencia nacional y Evo tuvo que irse. La pregunta es: ¿Puede quejarse quien violó tantas veces la Constitución y pretendió quedarse en el poder mediante un evidente fraude electoral, de haber sido víctima de un golpe de Estado?

En el Ecuador la situación fue similar, pero Rafael Correa, eligió irse porque conocía de la quiebra a la que su ineptitud y soberbia había llevado a la economía nacional y prefirió que la crisis estalle en las manos de su sucesor.

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Paco Moncayo Gallegos

Adolfo Hitler fracasó en su intento de apoderarse violentamente del poder: astuto como era, ideó una ‘estrategia de legalidad’. Simuló respetar las normas de la Constitución, accedió al gobierno legalmente, fue designado Canciller imperial (Jefe de Gobierno) en 1933 y, un año después, a la muerte del presidente Hindenburg, asumió el mando supremo del Estado germano. Inmediatamente inició el desmantelamiento del sistema democrático.

Los socialistas del siglo XXI, aprendieron bien de esa lección. Como era impensable una estrategia violenta, en el contexto político actual, aplicaron los procedimientos del nacional socialismo alemán. Llegaron al gobierno utilizando los mecanismos constitucionales para inmediatamente controlar todas las funciones del Estado, instituir un sistema autoritario e intentar perpetuar a sus caudillos en el poder.

En Bolivia, Evo ganó elecciones con las reglas de juego democráticas, luego tomó el control de todas las funciones del Estado y pensó perpetuarse en el poder. Fue elegido presidente en 2006; en 2009 impulsó una reforma constitucional que le abría la posibilidad de la reelección para dos mandatos continuos de cinco años más y el 21 de febrero del 2016 consultó a los bolivianos si estaban de acuerdo con modificar la Constitución para poder postularse nuevamente en 2019.

El 51.3% de los votantes respondió que no. Un año después, un Tribunal Supremo Electoral de bolsillo dictaminó, contra toda norma, que el límite de dos periodos presidenciales violaba sus Derechos Humanos y autorizó una nueva postulación. En las últimas elecciones, en un proceso viciado de irregularidades, le declararon ganador en la primera vuelta. La descarada corrupción electoral desbordó el límite de la paciencia nacional y Evo tuvo que irse. La pregunta es: ¿Puede quejarse quien violó tantas veces la Constitución y pretendió quedarse en el poder mediante un evidente fraude electoral, de haber sido víctima de un golpe de Estado?

En el Ecuador la situación fue similar, pero Rafael Correa, eligió irse porque conocía de la quiebra a la que su ineptitud y soberbia había llevado a la economía nacional y prefirió que la crisis estalle en las manos de su sucesor.

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Paco Moncayo Gallegos

Adolfo Hitler fracasó en su intento de apoderarse violentamente del poder: astuto como era, ideó una ‘estrategia de legalidad’. Simuló respetar las normas de la Constitución, accedió al gobierno legalmente, fue designado Canciller imperial (Jefe de Gobierno) en 1933 y, un año después, a la muerte del presidente Hindenburg, asumió el mando supremo del Estado germano. Inmediatamente inició el desmantelamiento del sistema democrático.

Los socialistas del siglo XXI, aprendieron bien de esa lección. Como era impensable una estrategia violenta, en el contexto político actual, aplicaron los procedimientos del nacional socialismo alemán. Llegaron al gobierno utilizando los mecanismos constitucionales para inmediatamente controlar todas las funciones del Estado, instituir un sistema autoritario e intentar perpetuar a sus caudillos en el poder.

En Bolivia, Evo ganó elecciones con las reglas de juego democráticas, luego tomó el control de todas las funciones del Estado y pensó perpetuarse en el poder. Fue elegido presidente en 2006; en 2009 impulsó una reforma constitucional que le abría la posibilidad de la reelección para dos mandatos continuos de cinco años más y el 21 de febrero del 2016 consultó a los bolivianos si estaban de acuerdo con modificar la Constitución para poder postularse nuevamente en 2019.

El 51.3% de los votantes respondió que no. Un año después, un Tribunal Supremo Electoral de bolsillo dictaminó, contra toda norma, que el límite de dos periodos presidenciales violaba sus Derechos Humanos y autorizó una nueva postulación. En las últimas elecciones, en un proceso viciado de irregularidades, le declararon ganador en la primera vuelta. La descarada corrupción electoral desbordó el límite de la paciencia nacional y Evo tuvo que irse. La pregunta es: ¿Puede quejarse quien violó tantas veces la Constitución y pretendió quedarse en el poder mediante un evidente fraude electoral, de haber sido víctima de un golpe de Estado?

En el Ecuador la situación fue similar, pero Rafael Correa, eligió irse porque conocía de la quiebra a la que su ineptitud y soberbia había llevado a la economía nacional y prefirió que la crisis estalle en las manos de su sucesor.

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