Pensar-desear con obras

A los políticos se les pide obras para ser creibles y considerarles buenos administradores de la cosa pública. Son buenos papás los que no solo transmiten a sus hijos grandes ideas, sino los que les enseñan con el ejemplo a actuar con libertad, guiada por los buenos y verdaderos principios y valores-virtudes.

Y es que todos tenemos tres facultades superiores: intelectiva, volitiva y unitiva. La que da unidad, dirección y sentido a las otras dos es la facultad unitiva, que une libre y amorosamente el pensar y el querer en la acción, en las obras.

A nuestros estudiantes les decimos que no vale mucho ser inteligentes y tener fuerza de voluntad para adquirir competencias humanas y técnicas para la vida. Son los hechos probatorios de su dedicación permanente, del trabajo evidenciable lo que demostrará que van adquiriendo esas competencias. No basta con pensar y desear, hay que demostrarlo con obras, con trabajos evaluables.

El mejor pedagogo que tiene la cultura humana, Jesucristo, nos demuestra que para vivir en perfecta armonía unos con otros necesitamos amarnos con obras y no con ilusos pensamientos o deseos que no estén validados con hechos concretos. Es más, los hechos tienen que producir frutos que beneficien a otras personas; pues así como todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego, algo similar pasará con nuestras vidas si no unimos nuestros pensamientos y nuestros deseos a una actuación coherente de la que puedan ser benefiarios otras personas.

Para ello requerimos ser partícipes de la ciencia de la sabiduría celestial, que solo del Espíritu de Dios podemos recibir: espíritu de sabiduría e inteligencia, de fortaleza, de piedad.

[email protected]

A los políticos se les pide obras para ser creibles y considerarles buenos administradores de la cosa pública. Son buenos papás los que no solo transmiten a sus hijos grandes ideas, sino los que les enseñan con el ejemplo a actuar con libertad, guiada por los buenos y verdaderos principios y valores-virtudes.

Y es que todos tenemos tres facultades superiores: intelectiva, volitiva y unitiva. La que da unidad, dirección y sentido a las otras dos es la facultad unitiva, que une libre y amorosamente el pensar y el querer en la acción, en las obras.

A nuestros estudiantes les decimos que no vale mucho ser inteligentes y tener fuerza de voluntad para adquirir competencias humanas y técnicas para la vida. Son los hechos probatorios de su dedicación permanente, del trabajo evidenciable lo que demostrará que van adquiriendo esas competencias. No basta con pensar y desear, hay que demostrarlo con obras, con trabajos evaluables.

El mejor pedagogo que tiene la cultura humana, Jesucristo, nos demuestra que para vivir en perfecta armonía unos con otros necesitamos amarnos con obras y no con ilusos pensamientos o deseos que no estén validados con hechos concretos. Es más, los hechos tienen que producir frutos que beneficien a otras personas; pues así como todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego, algo similar pasará con nuestras vidas si no unimos nuestros pensamientos y nuestros deseos a una actuación coherente de la que puedan ser benefiarios otras personas.

Para ello requerimos ser partícipes de la ciencia de la sabiduría celestial, que solo del Espíritu de Dios podemos recibir: espíritu de sabiduría e inteligencia, de fortaleza, de piedad.

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A los políticos se les pide obras para ser creibles y considerarles buenos administradores de la cosa pública. Son buenos papás los que no solo transmiten a sus hijos grandes ideas, sino los que les enseñan con el ejemplo a actuar con libertad, guiada por los buenos y verdaderos principios y valores-virtudes.

Y es que todos tenemos tres facultades superiores: intelectiva, volitiva y unitiva. La que da unidad, dirección y sentido a las otras dos es la facultad unitiva, que une libre y amorosamente el pensar y el querer en la acción, en las obras.

A nuestros estudiantes les decimos que no vale mucho ser inteligentes y tener fuerza de voluntad para adquirir competencias humanas y técnicas para la vida. Son los hechos probatorios de su dedicación permanente, del trabajo evidenciable lo que demostrará que van adquiriendo esas competencias. No basta con pensar y desear, hay que demostrarlo con obras, con trabajos evaluables.

El mejor pedagogo que tiene la cultura humana, Jesucristo, nos demuestra que para vivir en perfecta armonía unos con otros necesitamos amarnos con obras y no con ilusos pensamientos o deseos que no estén validados con hechos concretos. Es más, los hechos tienen que producir frutos que beneficien a otras personas; pues así como todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego, algo similar pasará con nuestras vidas si no unimos nuestros pensamientos y nuestros deseos a una actuación coherente de la que puedan ser benefiarios otras personas.

Para ello requerimos ser partícipes de la ciencia de la sabiduría celestial, que solo del Espíritu de Dios podemos recibir: espíritu de sabiduría e inteligencia, de fortaleza, de piedad.

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A los políticos se les pide obras para ser creibles y considerarles buenos administradores de la cosa pública. Son buenos papás los que no solo transmiten a sus hijos grandes ideas, sino los que les enseñan con el ejemplo a actuar con libertad, guiada por los buenos y verdaderos principios y valores-virtudes.

Y es que todos tenemos tres facultades superiores: intelectiva, volitiva y unitiva. La que da unidad, dirección y sentido a las otras dos es la facultad unitiva, que une libre y amorosamente el pensar y el querer en la acción, en las obras.

A nuestros estudiantes les decimos que no vale mucho ser inteligentes y tener fuerza de voluntad para adquirir competencias humanas y técnicas para la vida. Son los hechos probatorios de su dedicación permanente, del trabajo evidenciable lo que demostrará que van adquiriendo esas competencias. No basta con pensar y desear, hay que demostrarlo con obras, con trabajos evaluables.

El mejor pedagogo que tiene la cultura humana, Jesucristo, nos demuestra que para vivir en perfecta armonía unos con otros necesitamos amarnos con obras y no con ilusos pensamientos o deseos que no estén validados con hechos concretos. Es más, los hechos tienen que producir frutos que beneficien a otras personas; pues así como todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego, algo similar pasará con nuestras vidas si no unimos nuestros pensamientos y nuestros deseos a una actuación coherente de la que puedan ser benefiarios otras personas.

Para ello requerimos ser partícipes de la ciencia de la sabiduría celestial, que solo del Espíritu de Dios podemos recibir: espíritu de sabiduría e inteligencia, de fortaleza, de piedad.

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