Contrastes patéticos

Carlos Freile

El periodista español Juan Manuel de Prada en incisivo artículo criticó con acrimonia la contradicción de muchísimas personas en Occidente, lanzadas a comprar con locura durante los días de rebajas de fines de noviembre y luego, sin solución de continuidad, adocenadas en el apoyo a la Cumbre del Clima en Madrid.

No se dieron cuenta de que, según sus propios profetas (para mi modesto criterio equivocados), el desaforado consumismo de sus sociedades capitalistas ha llevado a la crisis climática antropogénica que tanto preocupa a los “gretinos” que pululan en los países opulentos.

Los ecuatorianos hemos sido testigos pasivos de otra actuación contradictoria: en octubre los líderes de la Conaie armaron un destructivo caos en nuestro país para defender el uso barato de los combustibles fósiles; sorpresivamente hace pocos días también habrían asistido a la Cumbre del Clima y participado en marchas contra el uso de los dichosos combustibles fósiles. Si así hubiese sido, ¿quién los entiende? ¿cómo defenderían esta suerte de esquizofrenia política?
Volviendo al tema de los consumistas combatientes contra el supuesto calentamiento global antropogénico, pareciera que son como ovejas llevadas dócilmente de un lado para otro por los grandes medios de comunicación que dictan las normas: “¡Compren!” y corren a comprar; “¡Protesten!” y se apresuran a protestar.

Son víctimas de la más despiadada manipulación mediática, compuesta por mentiras y falsificaciones. Se creen libres y autónomos, fieles representantes del individualismo occidental, pero en realidad no pasan de engrosar las grandes manadas de bueyes conducidos por la propaganda, tanto expresa como no.

Los otros, los nuestros, van a su aire: su doble conducta, de ser verdad lo publicado en algunos medios, respondería a su actuación frente a dos públicos: el nacional, al cual se le vende un producto y el internacional, ante el cual se monta una obra de teatro. En ambos casos los beneficiarios son ellos mismos, no la sociedad en general. Y los espectadores permanecen engañados y sumisos.

[email protected]

Carlos Freile

El periodista español Juan Manuel de Prada en incisivo artículo criticó con acrimonia la contradicción de muchísimas personas en Occidente, lanzadas a comprar con locura durante los días de rebajas de fines de noviembre y luego, sin solución de continuidad, adocenadas en el apoyo a la Cumbre del Clima en Madrid.

No se dieron cuenta de que, según sus propios profetas (para mi modesto criterio equivocados), el desaforado consumismo de sus sociedades capitalistas ha llevado a la crisis climática antropogénica que tanto preocupa a los “gretinos” que pululan en los países opulentos.

Los ecuatorianos hemos sido testigos pasivos de otra actuación contradictoria: en octubre los líderes de la Conaie armaron un destructivo caos en nuestro país para defender el uso barato de los combustibles fósiles; sorpresivamente hace pocos días también habrían asistido a la Cumbre del Clima y participado en marchas contra el uso de los dichosos combustibles fósiles. Si así hubiese sido, ¿quién los entiende? ¿cómo defenderían esta suerte de esquizofrenia política?
Volviendo al tema de los consumistas combatientes contra el supuesto calentamiento global antropogénico, pareciera que son como ovejas llevadas dócilmente de un lado para otro por los grandes medios de comunicación que dictan las normas: “¡Compren!” y corren a comprar; “¡Protesten!” y se apresuran a protestar.

Son víctimas de la más despiadada manipulación mediática, compuesta por mentiras y falsificaciones. Se creen libres y autónomos, fieles representantes del individualismo occidental, pero en realidad no pasan de engrosar las grandes manadas de bueyes conducidos por la propaganda, tanto expresa como no.

Los otros, los nuestros, van a su aire: su doble conducta, de ser verdad lo publicado en algunos medios, respondería a su actuación frente a dos públicos: el nacional, al cual se le vende un producto y el internacional, ante el cual se monta una obra de teatro. En ambos casos los beneficiarios son ellos mismos, no la sociedad en general. Y los espectadores permanecen engañados y sumisos.

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Carlos Freile

El periodista español Juan Manuel de Prada en incisivo artículo criticó con acrimonia la contradicción de muchísimas personas en Occidente, lanzadas a comprar con locura durante los días de rebajas de fines de noviembre y luego, sin solución de continuidad, adocenadas en el apoyo a la Cumbre del Clima en Madrid.

No se dieron cuenta de que, según sus propios profetas (para mi modesto criterio equivocados), el desaforado consumismo de sus sociedades capitalistas ha llevado a la crisis climática antropogénica que tanto preocupa a los “gretinos” que pululan en los países opulentos.

Los ecuatorianos hemos sido testigos pasivos de otra actuación contradictoria: en octubre los líderes de la Conaie armaron un destructivo caos en nuestro país para defender el uso barato de los combustibles fósiles; sorpresivamente hace pocos días también habrían asistido a la Cumbre del Clima y participado en marchas contra el uso de los dichosos combustibles fósiles. Si así hubiese sido, ¿quién los entiende? ¿cómo defenderían esta suerte de esquizofrenia política?
Volviendo al tema de los consumistas combatientes contra el supuesto calentamiento global antropogénico, pareciera que son como ovejas llevadas dócilmente de un lado para otro por los grandes medios de comunicación que dictan las normas: “¡Compren!” y corren a comprar; “¡Protesten!” y se apresuran a protestar.

Son víctimas de la más despiadada manipulación mediática, compuesta por mentiras y falsificaciones. Se creen libres y autónomos, fieles representantes del individualismo occidental, pero en realidad no pasan de engrosar las grandes manadas de bueyes conducidos por la propaganda, tanto expresa como no.

Los otros, los nuestros, van a su aire: su doble conducta, de ser verdad lo publicado en algunos medios, respondería a su actuación frente a dos públicos: el nacional, al cual se le vende un producto y el internacional, ante el cual se monta una obra de teatro. En ambos casos los beneficiarios son ellos mismos, no la sociedad en general. Y los espectadores permanecen engañados y sumisos.

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Carlos Freile

El periodista español Juan Manuel de Prada en incisivo artículo criticó con acrimonia la contradicción de muchísimas personas en Occidente, lanzadas a comprar con locura durante los días de rebajas de fines de noviembre y luego, sin solución de continuidad, adocenadas en el apoyo a la Cumbre del Clima en Madrid.

No se dieron cuenta de que, según sus propios profetas (para mi modesto criterio equivocados), el desaforado consumismo de sus sociedades capitalistas ha llevado a la crisis climática antropogénica que tanto preocupa a los “gretinos” que pululan en los países opulentos.

Los ecuatorianos hemos sido testigos pasivos de otra actuación contradictoria: en octubre los líderes de la Conaie armaron un destructivo caos en nuestro país para defender el uso barato de los combustibles fósiles; sorpresivamente hace pocos días también habrían asistido a la Cumbre del Clima y participado en marchas contra el uso de los dichosos combustibles fósiles. Si así hubiese sido, ¿quién los entiende? ¿cómo defenderían esta suerte de esquizofrenia política?
Volviendo al tema de los consumistas combatientes contra el supuesto calentamiento global antropogénico, pareciera que son como ovejas llevadas dócilmente de un lado para otro por los grandes medios de comunicación que dictan las normas: “¡Compren!” y corren a comprar; “¡Protesten!” y se apresuran a protestar.

Son víctimas de la más despiadada manipulación mediática, compuesta por mentiras y falsificaciones. Se creen libres y autónomos, fieles representantes del individualismo occidental, pero en realidad no pasan de engrosar las grandes manadas de bueyes conducidos por la propaganda, tanto expresa como no.

Los otros, los nuestros, van a su aire: su doble conducta, de ser verdad lo publicado en algunos medios, respondería a su actuación frente a dos públicos: el nacional, al cual se le vende un producto y el internacional, ante el cual se monta una obra de teatro. En ambos casos los beneficiarios son ellos mismos, no la sociedad en general. Y los espectadores permanecen engañados y sumisos.

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