Políticas públicas de genero

Anita Caicedo

Una de las herramientas más célebres en políticas de género y medidas afirmativas, responde a las cuotas de género o a las leyes de paridad, que buscan incluir determinado porcentaje de mujeres en espacios históricamente designados para varones. Y aunque parece una buena iniciativa y un instrumento útil en luchas como la brecha salarial en cuanto a género, en el fondo se encarga de posicionar a las mujeres de un cierto segmento de la población, es decir aquellas que encajan con el perfil, cabe resaltar que medidas como éstas son propias del feminismo liberal, donde la emancipación se consigue en parte, rompiendo con la concepción entre la derivación clásica de lo público y lo privado.

Esto ha significado, la posibilidad de que las mujeres dejen de habitar el ámbito doméstico no remunerado y puedan desenvolverse en el ámbito público remunerado.

Pensar en la inclusión de género para diversificar las experiencias y miradas en espacios de poder implica un reto que trasciende los cupos, si tenemos en cuenta que la mayoría de mujeres sufren una pobreza estructural y que hay una racialización de la clases sociales, en tanto las personas racializadas suelen estar en la base de la pirámide, producto del empobrecimiento sistemático de sus comunidades.

A esto se suma el abandono estatal a los territorios ancestrales con mayor énfasis en negros e indígenas y en general, la ausencia de soportes básicos como la vivienda, la salud e incluso, el agua potable, imposibilitan que las presentes y futuras generaciones puedan llegar a formarse académicamente con las mismas oportunidades, y que en este sentido, a la hora de pensar en cuotas de género no haya una brecha irresoluble entre el currículo que ostentan las mujeres.

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