En saco roto

Jueces sobornados, compra de votos, baratillo de frecuencias, contratos petroleros y telefónicos viciados, tráfico de influencias, no son noticias actuales. En una publicación de 2007, se resumió 664 timos y estafas. Casi todos los infractores, huidos, enjuiciados, sentenciados entre 1994 y 2007 quedaron en puras noticias, o sea, cayeron en saco roto.

Todo ha continuado y perfeccionado. En los últimos 14 años, hay más conmoción, nunca antes a los ladrones los tuvimos tan cerca y más lejanos a la vez, pese a las acciones, meritorias y acertadas, todavía están en peligro de deslizarse al vacío.

El delito de cohecho agravado para Rafael Correa y su grupo delincuencial, según la justicia, ordena la asistencia y aprobación, en léxico educativo, de un curso de capacitación sobre ética laica y transparencia en la administración pública, buscando garantizar quehacer público y ordenamiento jurídico, dentro de una práctica ética.

Pero los sentenciados, prófugos o presos, practicantes de una doble moral, están al filo de la navaja: niegan, ocultan y cambian su propia conciencia declarando con cinismo su inocencia.

El aborrecido caso, según los antecedentes personales, obliga a que escuchemos del director mayor de los delitos, la criticadora poesía de Calderón de la Barca: “Pues, vil, infame, traidor / ¿qué tengo más que saber / Después de saber quién soy / para mostrar desde hoy / mi soberbia y mi poder?

Que hagan cumplir la sentencia es un reto, planificar y ejecutar un curso. Es difícil mejorar la conducta y carácter, comprender lo que es el sistema ético, desarrollar la racionalidad, cambiar actitudes, captar el significado de los valores humanos, pero como dijo Don Quijote, “uno decide la realidad en la que desea vivir, o molinos de viento o gigantes”.

El ajusticiado también decide según sus respuestas, porque alguien cuando ya presos, puede que ordene la libertad del líder, la del “sin vergüenza”, por el peligro que corrompa más a los “nobles caballeros” alojados ahí.

Es hora de coser el saco roto.

Fabián Cueva Jiménez