Una médica insensible

Una infeliz coincidencia, hizo que los exámenes de laboratorio que debía tomarme con carácter de urgencia, no se hiciera efectivo. En esos días el Dispensario Central del IESS dejó de atender a sus enfermos crónicos. Con paciencia he esperado una cita para solventar esta atención. Obviamente, se volvía imposible. Insistiendo, logro una cita telefónica. Me llama una médica a casa y le pongo en antecedentes mi caso. Ríspidamente me dice que “vaya al grano”, que concrete mi situación. Le indico con respeto, pero sus respuestas se tornan agresivas y me recalca que no hay atención, que la pandemia es más importante. La médica en vez de ser parte de la solución era un “castigo”.

Hace muchos años el antropólogo de grata recordación, Luis Campos, me explicaba que “no es lo que se dice, sino cómo se dice”. Si en forma respetuosa, esta galena me hacía entender sus razones, otra hubiera sido mi respuesta: corté comunicación. Una hermana mía elevó la queja por este mal trato. A más de que por un buen tiempo, se nos niega la medicación, hay que soportar estos abusos de gente que no que tiene una pizca de solidaridad. Como mi caso hay cientos y cientos. ¿No es justo quejarse?

Edgar Freire Rubio