Decidamos el futuro del país

La mayoría de habitantes de Quito, tradicionalmente viene construyendo y mejorando su hermosa y hospitalaria ciudad; patrimonio inmarcesible. Es por esto que resulta imposible encontrar racionalidad en los desastrosos actos de octubre, cometidos por siniestras hordas terroristas en contra de la ciudad que los acoge, manipuladas y subvencionadas -se intuye- por los prófugos atracadores de los fondos públicos y privados, cuya velada intención fue desestabilizar al Gobierno y tomarse el poder para evitar -a toda costa- el peso de la justicia, la cárcel y la devolución del gigantesco botín.

Asimismo, resulta inconcebible que los actores de esta barbarie, y los directivos de las instituciones públicas y privadas que, “comedidamente” les brindaron “hospedaje”, no hayan sido -hasta la fecha- juzgados con todo el rigor de la ley. Parecería ser que sus defensores son “duchos” en usar los laberintos de la Constitución -fraguada por el correato- para burlar la justicia y lograr la impunidad.

Y, para colmo -con la aquiescencia de autoridades condescendiente-, muchos de ellos, empoderados de cinismo y alevosía, participan como candidatos en las próximas elecciones, pregonando trasnochadas doctrinas, carentes de propuestas sensatas para salvar al país de la debacle ocasionada por su mentor, el prófugo del ático.

Por esto, es ineludible la responsabilidad de los ecuatorianos de bien, razonar y expresar en las próximas elecciones, su firme decisión a través del voto consciente -para torcer el cuello a la ignominia y proscribir a los farsantes y delincuentes-, eligiendo para la Presidencia de la República, al candidato digno y honesto, con experiencia en administración y finanzas, y que impulse además la reforma integral de la Constitución.

Leonardo Cueva Piedra