Es frecuente oír esta expresión para indicar la sorpresa de que el tiempo nos alcanzó desprevenidos y que pasó rápido. Podemos medir el tiempo con un reloj pero no es suficiente para los humanos ya que tiene diferente percepción, no es lo mismo el tiempo haciendo lo que gusta que haciendo lo que desagrada, una hora de algo placentero es diferente a una hora con dolor.
La falta de atención en lo que hacemos, lleva a no tener conciencia; es un tiempo como no haber vivido, como si hubiéramos estado muertos. Cuando se está presente en cada momento, en cada acto, en cada lugar, comprendemos todo lo que se puede hacer en los largos minutos que transcurren.
El tiempo ejerce los mismos efectos en la materia, desgasta, todo nace y todo muere, un tiempo somos niños, en otro joven, luego adulto y, con la vejez termina la vida. Se da un tiempo físico, uno psicológico, otro mental y espiritual, no son lo mismo.
Para no temer al tiempo hay que vivir la eterna juventud a la que no le afectan ni la vejez ni la muerte. La juventud es fundamentalmente Ser y se mantiene invariable a los cambios, gracias a la cual podemos vivir un gran Ideal.
Hay un tiempo para la primaria, otro para la secundaria hasta llegar a ser profesionales, muchas horas invertidas; es bueno preguntarse cuánto tiempo invertimos en lo espiritual, en el alma, en lo más importante del ser humano, es la única razón por la que se nace. La respuesta, que se dé cada uno de los lectores.
Una buena Atención en lo que hacemos, sentimos y pensamos lleva a ser conscientes de lo vivido; enrumbar la energía para vivir las virtudes atemporales lleva a despertar al ser interior, ese personaje espiritual que vive en cada uno y al que se debe dedicar esfuerzo y buena parte de la vida.
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