Chanfaina

Freddy Rodríguez

La chanfaina es un plato típico de la gastronomía lojana, que tiene de todo: papas, arroz, hígado de chancho, intestinos y lengua de ídem, ajo, cebollas, comino, pimienta, perejil, manteca. La extensa combinación de ingredientes obliga a que ese plato se lo coma con mucha prudencia, de preferencia antes del atardecer, ya que su ingesta desmedida o a deshoras puede ocasionar problemas gástricos, acompañados de gases de un pungente mal olor.

La sabiduría criolla, cuando hay un problema gordo, hace que la gente afirme coloquialmente que “se armó la chanfaina”, es decir un cúmulo de situaciones de distinta índole, similar a la generosa combinación del suculento potaje.

La vorágine de los últimos acontecimientos en nuestra querida “patria altiva y soberana”, relacionados con los prestantes señores Odebrecht (prestantes porque se prestaban para todo chanchullo), con la incertidumbre sobre la verdadera identidad de “alias JG”, con el traspaso de las funciones que tuvo Freddy Ehlers hacia Jorge Glas (por disposición del Licenciado Presidente), con el regreso de Capaya (no es el título de ninguna película) con la intervención del más alto dignatario de la Asamblea Nacional (alto por su cargo, no por nada más), con la sagacidad del exfiscal Galo Chiriboga, que compra pasajes para dejar constancia de que no quiere viajar, con las cuentas alegres de “Tío Rico Rivera”, con la costosísima repotenciación de la refinería que no ha servido para nada, con la enloquecida máquina de generar twitters del enajenado de Bruselas, y las consecuentes declaraciones lastimeras, cuando no furibundas, de las viudas del correísmo, con las alegres conversaciones del excontralor y la intención de enjuiciar políticamente a su subrogante, mientras se negó el juicio político a Glas, con las angustias de la dirigencia y militancia de los verde flex, que no saben si seguir como fieles y obsecuentes ovejunos o hacerse morenistas, han hecho de este espectáculo grotesco una verdadera chanfaina política y económica, cuya desmesura invade el ambiente, sintiéndose un hedor fétido y penetrante a corrupción demencial, despilfarro, cinismo, encubrimiento y sinvergüencería.