‘Quedarse en el poder eternamente es monarquía’

SITUACIÓN. Manuela Picq espera la concesión de la visa Mercosur para volver a vivir en Ecuador.
SITUACIÓN. Manuela Picq espera la concesión de la visa Mercosur para volver a vivir en Ecuador.

En su primera visita al Ecuador, luego de su expulsión, Manuela Picq reflexiona sobre su exilio y la consulta popular.

Manuela Picq se encuentra en Ecuador gestionando su pedido de visa Mercosur para volver a vivir aquí. En agosto de 2015 se vio obligada a salir ante un proceso de deportación que abrió el gobierno de Rafael Correa.

Parafraseando a Chavela Vargas, ¿cree que los ecuatorianos nacen donde les da la ‘chingada gana’?

Sí, me siento ecuatoriana, pero también me siento brasilera y francesa, incluso estadounidense, porque pese a que no tengo esa nacionalidad he vivido muchos años allá y entiendo la cultura. En Ecuador he pasado más de una década, he investigado mucho, tengo un libro sobre mujeres indígenas en la política, he hecho periodismo, he vivido en Chimborazo, Azuay, Pichincha, conozco todas las montañas, he dormido en ellas muchas veces, así que hay una intimidad con el país, con su humor, sus tristezas y esperanzas, su música. Eso hace que me sienta de la llacta.

¿Cómo se siente cuando vuelve y ve que el modelo que gobernó 10 años y que le expulsó se quebró en dos?

No sé si es el modelo que está en crisis o si son sus caudillos. Eso es lo que me preocupa. La cabecilla cambió, pero muchos de los mismos siguen presentes. El sistema de gobierno, el modo de decidir y la arbitrariedad siguen presentes. No hablo solo de mi caso, Pepe Acacho estuvo en la justicia y en vez de retirar las acusaciones contra él le reformularon los cargos. Todavía hay criminalización de autoridades indígenas, pero ahora es light. Entonces hay un discurso de reconciliación, democratización, cambios fundamentales como que no haya sabatinas, pero también hay procesos arbitrarios que demuestran que sigue existiendo el mismo Ecuador de siempre, en el cual el Gobierno de turno mantiene el caudillismo para hacer limpieza. Cuando llegó Correa se aceptó que haga una limpieza de las cortes porque no valían, pero ese proceso arbitrario preparó todo lo que vino después. Quisiera pensar que no caeremos otra vez en eso, pero tengo dudas.

¿Por qué Correa se empecinó en sacarla del Ecuador?

Es algo que me pregunté mucho. Creo que hay varios factores. Primero, yo era persona ‘non grata’ porque como corresponsal de Al Jazeera escribí contra su Gobierno a raíz de lo que pasaba en el Yasuní y por la violencia sexual contra niños, que era totalmente tolerada entre los miembros del Gobierno, Glas particularmente, entonces había un disgusto con mi presencia periodística. Otro factor fue ser compañera de Yaku Pérez Guartambel y de participar en el movimiento indígena. Pienso que la idea era expulsarme para quebrarle a él por el despojo familiar. Pero también porque hay una alianza entre la academia y los movimientos sociales que siempre es incómoda para un Estado, porque potencializa de los dos lados. Creo que otro factor importante es el machismo y sexismo de Correa. Expulsarme les hizo mucho daño mediático y no podían volver atrás por su ego masculino patriarcal.

La expulsó el gobierno que tenía canciller francés. Luego le dieron naturalización a Assange. ¿Época de paradojas?

Los casos de Guillaume Long y Julian Assange refuerzan la idea de que si estás vendido al Estado, no hay ningún problema en ser extranjero. El ser extranjero nunca fue un problema en Ecuador, pero mi caso reveló que desde el Estado se podía dar arbitrariedad: quien me gusta se puede quedar y quien no me gusta tendrá que enfrentar alguna argucia para sacarlo.


¿Usted quiere retomar su vida en Ecuador?

No he tomado ningún cargo de profesora a tiempo completo, justamente porque mi idea es volver. Parte del exilio es que vives con la maleta lista, porque tal vez mañana puedes volver. Es tan irreal en tu cabeza que un día perdiste tu vida en un sitio de la noche a la mañana. Parece una mala pesadilla. Pero solo quiero volver si voy a tener seguridad, no quiero ir de nuevo a la cárcel, no quiero pasar por otra expulsión porque es un costo personal y profesional muy fuerte.

¿Cómo ve la consulta popular del 4 de febrero?

Tengo un sentimiento muy grande por Ecuador, porque he aprendido a ver el mundo desde otra mirada, que es la indígena y está fuera del Estado. La consulta es un instrumento de negociación adentro del Gobierno, es incompleta, parte de un sistema burocrático violento y autoritario, y es también lo menos peor que tenemos.

¿Implica la consulta la posibilidad de que el caudillo que le expulsó no vuelva al poder?

Pienso que la consulta es fundamental porque sucede que lo menos peor es mucho mejor que lo peor. El mejor ejemplo es Trump en Estados Unidos. Nadie pensó que podía ser electo ni que podía ser tan extremo su Gobierno. Mucha gente votó por él porque no le gustaba Hilary Clinton o porque no les gustaba nadie. Es importante votar por lo menos peor, porque por más descontentos que estemos con el Estado colonial o los miembros del Gobierno actual, es momento de cambio y reconciliación. Esto no es el correísmo que destruyó la sociedad civil, la libertad de expresión y la capacidad de pensar de los ecuatorianos. Es tiempo de debate democrático, donde un paso es mejor que nada. Hay que recuperar los espacios de libertad.

¿La democracia implica limitar la posibilidad de reelección indefinida?

El caudillismo no es democracia, nunca lo fue. Quedarse en el poder eternamente es monarquía. Los principios fundamentales de la democracia son la alternancia en el poder y el sistema de pesos y contrapesos, donde un poder controla a otro. Cuando el Ejecutivo decide todo, no es democracia. La alternancia es fundamental porque incluso, por más bueno que sea un líder, si el líder se queda 50 años se queda atrapado en su propio mundo, su propia violencia, sus propios deseos. No puede escuchar lo que pasa afuera. (MMD)