Participación ciudadana y democracia

En el llamado viejo país el máximo organismo electoral estaba integrado, quizá con exceso de minorías, por siete representantes de los partidos más votados. Con el advenimiento de la tal Revolución Ciudadana, con su verborrea y demagogia, convencieron a la población que eso no era democracia y que era más integrar el Tribunal Electoral solo con sus militantes, sus fanáticos y sus agnados y cognados.

Con esa patente de corso cometieron todos los abusos, aberraciones y fraudes. La utilización y abuso grosero de fondos y medios públicos para sus campañas, descalificaciones y reglamentos a medida de sus limitaciones ideológicas e irrespeto total a todas las limitaciones legales eran quejas permanentes con juramentos de rectificación luego de concluidos los procesos y retornando siempre a lo mismo.

Altisonantes y sonoros que los presidieron, que mutaron siempre a otras instituciones, se rasgaban las vestiduras jurando que todo era mejor que en la llamada partidocracia. Este panorama tan tétrico ha llevado en la actualidad a que muchos actores políticos y sociales cuestionen el Proyecto de Ley para nombrar a los nuevos miembros del Consejo de Participación Ciudadana. Estas críticas solo demuestran la desinstitucionalización total del país pero con frontalidad hay que decir que el camino escogido por el Gobierno sin ser ideal es idóneo si conlleva regulaciones que permitan la restauración del tejido social. Hay que desechar grupos y camarillas electorales y promover una amplia participación calificada que concluya en un proceso de elección transparente que sea financiado exclusivamente por el Estado, solo así empezaremos a restaurar los abusos y superar el cinismo de la década robada.


El lenguaje de la verdad debe ser, sin duda alguna, simple y sin artificios. Séneca (2 AC-65) Filósofo latino.

No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad. San Agustín (354-430) Obispo y filósofo.