Carlos Rubira Infante

Ángel Polibio Chaves

La crónica de su inhumación podría decir: “Hace pocos días, su tierra lo acogió para siempre en medio de enormes muestras de pesar; se apagó la voz del cantor guayaquileño”.

Sin embargo cabrían algunas reflexiones: en efecto, la tierra de Carlos Rubira Infante fue el Ecuador. No solamente nos dejó de herencia el “Guayaquileño Madera de Guerrero”; también en El Oro, en Manabí y en otros espacios de nuestra patria, jóvenes y viejos cantan y cantarán sus canciones. Fue entonces el cantor del Ecuador.

Pero para Ambato, su vida tuvo una especial significación, no solamente porque junto al querido Gustavo Egüez, nos dejó la canción más emblemática de esta tierra: “Ambato tierra de flores”, sino porque aquí pasó mucho años dejando una estela de recuerdos recogidos en las ondas de Radio Continental hace setenta años, pues fue uno de los fundadores de este querido medio de comunicación; también porque a pedido del alcalde Neptalí Sancho Jaramillo, después del terremoto, compuso el “Altivo ambateño” para levantar el ánimo de nuestra gente abatida por la tragedia, para cantar con ellos “nunca hasta Ambato llegará la mala suerte”, y enfrentar con hidalguía tan duros momentos para reconstruir su hogar… su Ambato.

Por ello, podemos decir que la tierra de Carlos Rubira Infante, no fue solamente su amado Guayaquil, lo fue también Ambato y por eso, nunca callará su voz; en cada ambateño, a los acordes de nuestra canción querida lo recordaremos y por lo tanto seguirá viviendo, pues solo el olvido es sinónimo de muerte.

Con gratitud y con afecto he escrito estas líneas, para que quienes ayer, hoy y en los años venideros sintamos aquello de nuestra “tierrita linda” en cuyo entorno “solo hay canciones del corazón”, sepamos que alguien que no nació en ella, la quiso tanto y nos dejó una canción…