De caudillos

Andrés Pachano

En el largo y dogmático período del gobierno anterior, uno de sus “leitmotiv” repetidos hasta el cansancio con el propósito que la afirmación en él contenida adquiera la categoría de verdad en la masa popular electora, fue el insistir, cual caballo de batalla -alguna vez con tono lastimero y en la más de las veces con eufórico y ofensivo desdén- que la culpa de todos los males de la democracia, de la endémica pobreza nacional y de todos los defectos que aquejan a la Patria, radicaba en la “partidocracia”, en el régimen de partidos políticos, en lo que ellos llamaron “los defectos de una clase política que no representa a nadie”. A tal extremo se llegó que eso condujo, si no al “cuasi” fin de los partidos políticos, por lo menos a la generalizada pérdida de ascendiente en la sociedad ecuatoriana y su consecuente parálisis.

Ese preconcebido e interesado efecto publicitario tuvo éxito; la ciudadanía digirió esa inmensa rueda de molino; el propósito contundente: aislar ideologías, romperlas, desmantelarlas; representó el fin de programas filosóficos, de declaraciones de principios, de organizaciones del Estado concebidas precisamente en base a ellos; fue el fin del debate de ideas, propósitos y planes nacidos del dialogo interno de cada organización. Se cumplió entonces con el maquiavélico plan de reemplazar los partidos políticos, por movimientos de esa naturaleza, es decir reemplazar el debate interno por la imposición de un criterio. Resumiendo: trocar la discusión por la imposición a rajatabla del criterio del dirigente; es muy simple esa práctica: en un partido se discute, se dialoga, se llega a consensos; en un movimiento se acata lo que dice el caudillo. En un partido orgánico el líder conduce, da forma a las ideas, a la filosofía de su agrupación; en un movimiento sus agrupados acatan cerrados los ojos lo que se les impone; todo es cuestión de líderes y caudillos. Cruel propósito cumplido.

Hoy estamos a puertas de un próximo ejercicio electoral y vemos como se multiplican los movimientos políticos y entonces cabe preguntarse ¿a quién representan? Con todos los defectos, la existencia de partidos políticos afincan las democracias.