Lenguaje inclusivo

Pablo Balarezo

Un sinfín de interpretaciones del proceder humano han puesto sobre la mesa, un problema social difícil de resolver, pues, nuevas novedades incorporándose al deseo de innovación; manía juvenil con ocurrencias de modas pasajeras; requerimientos feministas de igualdad de derechos entre varones y mujeres; solicitudes gays definiendo un patrón de atracción romántica sexual entre personas del mismo sexo; lesbianas que, los sexólogos la consideran como homosexualidad en una condición social, totalmente ajena a alguna patología en forma de enfermedad como se pensó en la antigüedad, en fin, tantos hechos que, dependiendo del mensaje, muchos responden a ironías de la vida e inesperadas inflexiones rebuscando al idioma para hacerlo inclusivo.

Es natural que, el lenguaje urbaniza, manifiesta inteligencia, comunicación, honradez, sencillez, verdad, esto inspira leer a Sandra Gardner cuando dice: “Se habla demasiado del «lenguaje inclusivo “.

Para mí, el lenguaje que realmente incluye, es aprender «braile»para comunicarse con un invidente, lenguaje de signos para hablar con un sordomudo, hablar pacientemente con un autista… Lo demás, postureo y prostituir el idioma”. Ante los perversos intentos de modificar el lenguaje, la Real Academia Española responde de manera tácita: «El uso de la letra «e» como supuesta marca de género es ajeno al sistema morfológico del español, además de ser innecesario, pues el masculino gramatical funciona como término inclusivo en referencia a colectivos mixtos o en contextos genéricos o inespecíficos”.