RICARDO VERA CALDERÓN
En campaña electoral un candidato tiene tres opciones para posicionarse: La primera, con referencia en su imagen que otorgue confianza y prestigio; la segunda, desarrollando una propuesta sostenida y relevante; y la tercera, basado en un feroz ataque a su principal competidor.
Es lamentable establecer que a estas alturas, cuando ya se ingresa a la recta final de la campaña, ninguno de los dos primeros cursos de acción para respaldar una campaña seria se hayan utilizado de manera relevante, lo que quiere decir que la mayor estrategia masificada fue el resaltar las debilidades de los otros, sin mostrar las fortalezas propias.
Intentemos especular las posibles causas de éste fenómeno político: ¿Será que la mayoría tiene “rabo de paja” lo que haría difícil sostener una posición de alto perfil en cuanto a su imagen personal? ¿Consideran los equipos de campaña que un gran segmento del electorado gusta y prefiere escuchar escándalos e historietas, en lugar de escuchar propuestas? ¿Implicará utilizar menos cerebro rebuscar los “pecadillos” de los contrincantes, en lugar de sentarse a hacer planes de gobierno serios? ¿Todavía el gran electorado prefiere al que grita, golpea la mesa, baila en la calle, o habla bonito así sea que deje a nivel secundario el real contenido y el fondo del mensaje que transmite? ¿Es efectivo y barato hacer un videíto diciendo cualquier tontería sin ningún fundamento, y subirlo a las redes sociales?
Cuando nos respondamos estas preguntas, a lo mejor nos daremos cuenta que, con sus acciones, gran parte de candidatos posiblemente estarían minimizando el nivel de análisis de los ciudadanos, llegando en algunos casos a insultar nuestra inteligencia y a considerarnos tontos. No permitamos eso. De nosotros depende.