Niebla en París

Franklin Barriga López

Después de haberse sobrepuesto a los atentados terroristas del 2016 que crearon justificado pánico, Francia ha vuelto a ser uno de los destinos turísticos más apetecidos en el planeta. El Gobierno de ese país se ha propuesto subir la cifra anual de visitantes a cien millones.

París y su región son el eje principal de atracción, con su historia milenaria, sitios de imagen permanente, marco de magnificencia donde vive el pasado y vibra el presente con caracteres de cultivo digno de la civilización: las Catacumbas, el Sena, la Torre Eiffel, Versalles, Louvre, Campos Elíseos, Arco de Triunfo, Montmartre, La Sorbonne, Panteón donde yacen los restos de escritores notables, como Voltaire, Rousseau, Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Zola o André Malraux.

En la ‘Ciudad Luz’ o del amor, que sigue siendo la urbe encantadora y anhelada de conocer en todas las latitudes, abundan los sitios que no pierden su prosapia romántica, vertebración en la cultura en donde radica fama inmortal. La vocación por la libertad va en simbiosis con la modernidad que no ha profanado las huellas de su pasado glorioso.

Hay motivos numerosos para la admiración y el elogio, no obstante es preciso señalar un factor negativo que va afeando esa faz sorprendente por todo concepto: la niebla que le cubre en ciertas temporadas, producto de la contaminación del aire.

Este asunto ha llegado a ser considerado como de crisis, en vista de sus características de problema serio, lo que significa advertencia para otras urbes, entre ellas Quito; los moradores por esta causa sufren consecuencias nada halagadoras que generan enfermedades cardiovasculares, cánceres, asma, alergias.

La consigna prioritaria para que reluzca París en su plenitud debería ser limpiar su cielo.

[email protected]