Disfrutar sin culpas

Mariana Velasco

En el siglo XXI, entre los valores que deberían exaltarse, está el de asegurarse de que la maternidad se decida con plena conciencia en vez de constituir una imposición. Al Estado le corresponde respaldar, más no coaccionar.

Si una mujer decide ser madre, debe tener apoyo para llevar a cabo esa labor: educación gratuita desde la guardería y un buen sistema de salud que la acompañe durante la crianza. Si otra decide no serlo: facilidad para disponer de su cuerpo. Sería la forma de honramos a nosotras mismas, buscando un equilibrio entre la realización personal y las obligaciones de la maternidad, para disfrutar sin culpas ambos aspectos de nuestra vida.

Poco se habla de la cantidad de trabajo que la maternidad representa; de la pérdida de libertad, intimidad y tiempo para realizarse profesionalmente que implica la crianza de los hijos. No todos abordan el tema por miedo al juicio negativo de la sociedad.

De las “supermadres” habla Lina Meruane en ‘Contra los hijos’, donde nos describe como mujeres extremadamente ambiciosas, que aspiran a la perfección en todos los aspectos de la vida y que la mayoría de las veces mueren en el intento.

Hace más de cuatro décadas, en Dublín conocí la obra de la autora inglesa, Virginia Woolf, una de las principales escritoras y ensayistas británicas del siglo XX, tanto por su producción literaria como por su trabajo como editora y activista a favor de los derechos de la mujer. Su libro ‘Una habitación propia’ me acompaña en la lucha por conseguir la igualdad de la mujer.

Por fortuna las cosas han cambiado en los últimos tiempos. Ser madre, no es una obligación tácita y el costo emocional de abstenerse, ya no existe. Mientras, pienso en mi hijo que un día engrosará el ejército de la infelicidad de los huérfanos…

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