Inesita Echeverría E.

Pablo Balarezo

Ejercitó el equilibrio del pensamiento agradeciendo a la vida, jornada que, tuvo mucho pragmatismo, realidad intensa magnificándose en cada minuto, en cada espacio de su desenvolvimiento diario, haciendo de los ideales, perspectivas sumándose en trascendentes escenarios fecundando el desarrollo personal, familiar, y, como si esto fuera poco, rescató la solidaridad, pues, convencida cultivaba este noble bien humano. Desde esta singular esquina convertida en recuerdos, solamente queda el dolor profundo al ver a distinguida señora, ausentarse a ignotos parajes, a la otra orilla de este mar de lágrimas, tocar el cielo sin posibilidad de regreso, pero, con su espíritu intangible perennemente presente, exhortándonos hacer pausa en la tarea cotidiana, susurrar con la aurora, reencontrar la apacibilidad golpeada por su separación, más, su ingénita esencia, ofreciéndonos está, admirables horizontes de conquista, así descansar en el ocaso de la entelequia anidada, y, en plenitud de alma yacer en la cumbre de tantos calendarios muertos. Qué difícil entender a la muerte, qué dificultoso concebir la constante mutación de la vida, qué complejo percibir los secretos de la existencia, y, que encomiable comprender “Eso que para la oruga es el fin del mundo, para aquel que alcanza a percibir más allá de la dualidad es una mariposa, el vuelo triunfal de la vida. El arcoíris, que simboliza la persistencia del paraíso como la realidad inmanente, la pureza luminosa de los fenómenos”. Rainer María Rilke escribió: Morir es trabajo duro y está lleno de recogimiento antes de que uno pueda gradualmente sentir un trazo de la eternidad». “Ese trabajo duro es fundamentalmente un trabajo de percepción, de aprender a percibir la vida en la muerte, de ver la unidad en la diversidad”.