Trabajadores sexuales reivindican sus derechos en sindicato

AMBIENTE. En las calles de Quito, se ubican las trabajadoras sexuales.
AMBIENTE. En las calles de Quito, se ubican las trabajadoras sexuales.

Redacción QUITO

EFE

Transexuales y hombres dedicados al trabajo sexual se han asociado en torno a un sindicato pionero en la región, que busca visibilizar que esa actividad no es exclusiva de las mujeres y que requiere proteger sus derechos, ignorados por una sociedad a la que acusan de machista y homófoba.

El ‘Sindicato de Trabajadores Sexuales de Quito’ reúne a mujeres, a un número de entre 300 y 400 hombres y a casi 50 trans que ejercen esa actividad en las calles y parques de la capital ecuatoriana.

En palabras del coordinador del sindicato, David González, existe la “necesidad” de incluir en el trabajo sexual a otros actores que aparecen ocultos a ojos de una sociedad a la que tachó de “doble moralista”.

La gente tergiversa la realidad y ello puede generar que se criminalice el trabajo sexual o que se le elimine por decreto, bajo el precepto de que todo trabajo sexual es trata de personas.

También la gente tiene una concepción asistencialista al decir que se debe “sacar a la pobrecita trabajadora sexual que no tiene que comer y por eso se dedica a ello”, explicó.

Panorama
En el caso de los transexuales, el artículo 11 de la Constitución ecuatoriana garantiza la no discriminación por cuestión de identidad de género, y además, el Código Orgánico Integral Penal no penaliza el ejercicio del trabajo sexual en el país.

No obstante, a estas tres identidades -mujeres, hombres y trans- les unen no solo su actividad, muchas veces forzada por las pocas oportunidades laborales, sino también la situación de segregación y marginalidad a las que son sometidas en su día a día.

‘Fabián’, seudónimo usado para salvaguardar su identidad, y Mónica Reyes (trans) son dos de esos trabajadores sexuales miembros del Sindicato y que tuvieron que dedicarse a esta ocupación por “necesidad”.

Reyes, que lleva ejerciendo la mitad de su vida, se prostituyó a los 22 años porque, según indicó, “esta sociedad no está todavía abierta” y no les da “espacios de trabajo” por culpa del machismo.

“Mi familia no lo sabe porque en Venezuela yo llevaba otra clase de vida: allí era profesional (ingeniero de materiales), tenía mi propia vida y una niña que ahorita va a cumplir diez años”, afirmó en el quiteño parque de El Ejido, donde suele trabajar desde la mañana.

Ambos reconocieron que tienen miedo de salir a las calles cada día para “ganarse el pan” por las agresiones que tienen que aguantar ya no solo de la gente, sino desde las propias fuerzas de seguridad.

Y lamentaron que la masiva inmigración, sobre todo de colombianos y venezolanos, ha provocado una devaluación en el trabajo sexual, como en otras muchas profesiones, pasando las tarifas de un así llamado “rapidito” de 20 a 10 dólares, o de un “completo” de 30 a menos de 20 dólares.

Derechos
El colectivo también pretende que las trabajadoras trans puedan acceder a una pensión “por haber dejado su vida entera en las calles”, apuntó la asesora de la Asociación de Trabajadoras Sexuales Trans de Quito (Aso TST UIO), Ana Almeida.

“Queremos también que los hombres ya no tengan tanta vergüenza en decir que son trabajadores sexuales y se agrupen, luchen por sus derechos, que accedan a la salud”, agregó en la sede de la Asociación mientras preparaba los carnés que lleva cada trabajadora sexual trans.

El objetivo final del colectivo no es otro que el de cambiar mentalidades, normas y políticas desde un punto de vista feminista e igualitario, en el que se ayudan de los espacios en blanco que deja la legislación para favorecer su causa.

“Esta es una lucha feminista, en la que buscamos igualdad. Es una lección a la gente que mujeres, hombres y personas en la diversidad sexogenérica existimos en la sociedad y no importa la orientación, la identidad, la ocupación o el estatus de salud de las personas para acceder a sus derechos”, insistió Almeida.