El violín que trascendió fronteras

CONCIERTO. Malikian ha tocado en las mejores salas del mundo en más de cuarenta países. (Foto de Cortesía)
CONCIERTO. Malikian ha tocado en las mejores salas del mundo en más de cuarenta países. (Foto de Cortesía)

Abril Altamirano

La palabra ‘electrizante’ se queda corta para describir la sensación que provoca escuchar la música de Ara Malikian, el armenio-libanés que se enfrentó a las más duras realidades del mundo moderno armado solamente con su violín. El artista se presentará en Quito, el próximo sábado, a las 20:00.

Más que por su evidente virtuosismo, Malikian sobresale por llevar con orgullo un estilo que desafía la estética genérica de la música clásica. Acompañado por una orquesta sinfónica o por una banda de rock, sube al escenario enfundado en pantalones raídos, chaquetas de cuero o camisas abiertas con colores estridentes. Además de una melena incontrolable que parece flamear al ritmo de los acordes.

No nació, como la mayoría de los músicos de conservatorio, en el seno de una familia acomodada, con posibilidades de educar a su hijo en las mejores academias. Malikian conoció la música en medio de la guerra y eso se volvió su único refugio contra el estruendo de la violencia.

Una vida de película
Su herencia musical se remonta a su abuelo paterno, un armenio golpeado por el genocidio que asoló al país euroasiático a inicios del siglo XX. Solo un violín pudo salvarlo de la muerte.

A los 15 años, luego de que su familia fuera asesinada, un hombre le entregó el instrumento y le recomendó que se hiciera pasar por músico. Esa sería la única forma de que no lo mataran. Superando toda ficción, Ara repitió la historia. Su familia huyó de Armenia y se refugió en Líbano, donde años más tarde el conflicto armado volvería a sorprenderlos.

En los 70 se desató la guerra, cuando él tenía 8 años. En ese entonces, su padre le entregó el violín que le había legado el abuelo y le enseñó a tocar. En una ocasión, escondido con su familia por días en un garaje subterráneo para resguardarse de los bombardeos, Malikian descubrió el poder reconfortante de la música.

“El ambiente era muy oscuro. (Estábamos) deprimidos, preocupados, estresados por la situación. Un día, mi padre me incitó a tocar delante de todos y vi cómo la música convertía la angustia en alegría. Ese fue el principio para mí”, cuenta.

A pesar de la situación libanesa, Malikian se presentó ante grandes audiencias con apenas 12 años y a los 14 fue descubierto por el director de orquesta alemán Hans Herbert-Jöris, quien le ofreció una beca en la Universidad de Hannover y alojamiento en su casa. A pesar de su corta edad, sus padres lo dejaron ir sin saber si se volverían a encontrar.

A un año de su llegada a Alemania, su benefactor murió. Sin beca, sin hablar el idioma, sin papeles y sin un solo conocido a quien acudir, Malikian comenzó a tocar en las calles. Con su talento venció los prejuicios, el racismo y la xenofobia. Fue acogido por la Guildhall School of Music and Drama, de Londres, para ampliar sus estudios musicales.

Luego de 30 años, practicando por más de 12 horas al día, Malikian se encuentra en el mejor momento de su carrera, siendo aclamado por la crítica mundial y bien recibido por los públicos de una amplia diversidad de géneros musicales.

Lo sinfónico y lo popular
“El mundo de la música sinfónica es maravilloso”, dice el artista que ha sido invitado a tocar junto a las orquestas más importantes de Europa y Asia. En 2007 y 2008 fue nominado a los Premios de la Música como Mejor intérprete de música clásica y la mayor parte de su extensa discografía (más de 40 álbumes) está dedicada a este género.

Su amor y profundo respeto por los compositores clásicos lo lleva a decir que, de haber nacido en otra época, hubiera soñado compartir escenario con Paganini o Bach. No obstante, mantiene sus diferencias con el sector de la música académica, con el que dice no sentirse identificado.

Por otra parte, se ha ganado el cariño y la apreciación del público español e internacional con sus colaboraciones en géneros tradicionales como el flamenco, así como en las fabulosas bandas sonoras de las cintas de Pedro Almodóvar y con bandas ícono del rock ibérico, como Extremoduro y Mago de Oz.

En Royal Garage World Tour, la gira con la que recorre Latinoamérica, destacan sus composiciones para Andrés Calamaro, Serj Tankian (vocalista de System Of A Down), Enrique Bunbury, Pablo Milanés, entre otros. Así también, la audiencia estalla con su homenaje a referentes incomparables de la música contemporánea, en el que constan piezas inspiradas en los temas más sonados de Radiohead, Led Zeppelin, Bjork y más.

“No existe una música mayor o menor, o que un estilo sea mejor que otro. Existe la calidad. Hay público para todos los gustos y estilos; lo que sí, hay que intentar hacerlo con buen gusto y personalidad”, dice Malikian.

La música no solo lo salvó de un destino violento y le abrió las puertas del éxito. Al entregarle su primer violín, su padre esperaba que el arte lo condujera a una vida feliz. Sin importar las barreras ideológicas, geográficas o políticas, la música ha sido el idioma universal con que atraviesa el corazón de la gente. “Lo que importa es la pasión y la emoción, sin etiquetas y prejuicios sin fronteras”.

FRASES

Lo que tengo se lo debo a la música. Haber vivido una guerra y momentos personales difíciles me hacen apreciar y disfrutar mucho más lo que tengo y lo afortunado que soy ahora”. Lo que tengo se lo debo a la música. Haber vivido una guerra y momentos personales difíciles me hacen apreciar y disfrutar mucho más lo que tengo y lo afortunado que soy ahora”.