Sordos, no mudos

César Ulloa Tapia

Nada puede cambiar si mantenemos este diálogo entre sordos y, peor aún, si persiste la estrategia de los “mudos vivos”, es decir de quienes capitalizan el caos a su favor y se regocijan de la incapacidad que tenemos para cambiar de actitud y deponer posturas rígidas. Deberíamos preguntarnos: ¿quiénes ganaron con la violencia, a quiénes les conviene la paralización del país, a quiénes les interesa inocular el miedo como respuesta? Y aunque parezca muy fácil decirlo, no habrá acuerdo posible entre la sociedad, mientras aplacemos la discusión acerca del Ecuador que queremos, sin embargo podemos iniciar con algunas ideas.

Varias cosas sí están claras: la gran mayoría de los ecuatorianos no queremos un país violento, irrespetuoso de las diferencias, intolerante con las diversidades, ciego, sordo y mudo ante el atraco de los recursos del Estado, indiferente ante la pobreza, la miseria y la indigencia, cómodo frente a las injusticias y la impunidad. Es decir, son más las cosas en las que estamos de acuerdo frente ante todas esas otras en las que no estamos de acuerdo. Por eso, a quienes propician un escenario de miedo, caos, temor y paralización, hay que decirles que están perdidos.

Queremos un país que sepa incluir a los ciudadanos comunes en las grandes decisiones, un país que integre a los héroes anónimos que hacen patria sin buscar medallas, un Estado que sepa articular las diferencias y diversidades culturales como potencialidades y no como amenazas, una nación que se enorgullezca de nuestra historia y no busque ponerse un traje que no le calza, una patria en la que cada ecuatoriano se convierta en un excelente embajador cuando está afuera.

Los 12 días de paralización son una radiografía que abre las puertas a un debate al que le hemos rehuido: poner sobre la mesa nuestras diferencias, prejuicios, complejos, taras, membretes, etiquetas, miserias, egoísmos y fantasmas para encarar con generosidad y humildad un proyecto de país aceptándoos en lo diverso, sin renunciar a lo propio de cada quien, con la generosidad de pensar en el “yo colectivo” y ya no en mi “propio metro cuadrado”.

[email protected]

César Ulloa Tapia

Nada puede cambiar si mantenemos este diálogo entre sordos y, peor aún, si persiste la estrategia de los “mudos vivos”, es decir de quienes capitalizan el caos a su favor y se regocijan de la incapacidad que tenemos para cambiar de actitud y deponer posturas rígidas. Deberíamos preguntarnos: ¿quiénes ganaron con la violencia, a quiénes les conviene la paralización del país, a quiénes les interesa inocular el miedo como respuesta? Y aunque parezca muy fácil decirlo, no habrá acuerdo posible entre la sociedad, mientras aplacemos la discusión acerca del Ecuador que queremos, sin embargo podemos iniciar con algunas ideas.

Varias cosas sí están claras: la gran mayoría de los ecuatorianos no queremos un país violento, irrespetuoso de las diferencias, intolerante con las diversidades, ciego, sordo y mudo ante el atraco de los recursos del Estado, indiferente ante la pobreza, la miseria y la indigencia, cómodo frente a las injusticias y la impunidad. Es decir, son más las cosas en las que estamos de acuerdo frente ante todas esas otras en las que no estamos de acuerdo. Por eso, a quienes propician un escenario de miedo, caos, temor y paralización, hay que decirles que están perdidos.

Queremos un país que sepa incluir a los ciudadanos comunes en las grandes decisiones, un país que integre a los héroes anónimos que hacen patria sin buscar medallas, un Estado que sepa articular las diferencias y diversidades culturales como potencialidades y no como amenazas, una nación que se enorgullezca de nuestra historia y no busque ponerse un traje que no le calza, una patria en la que cada ecuatoriano se convierta en un excelente embajador cuando está afuera.

Los 12 días de paralización son una radiografía que abre las puertas a un debate al que le hemos rehuido: poner sobre la mesa nuestras diferencias, prejuicios, complejos, taras, membretes, etiquetas, miserias, egoísmos y fantasmas para encarar con generosidad y humildad un proyecto de país aceptándoos en lo diverso, sin renunciar a lo propio de cada quien, con la generosidad de pensar en el “yo colectivo” y ya no en mi “propio metro cuadrado”.

[email protected]

César Ulloa Tapia

Nada puede cambiar si mantenemos este diálogo entre sordos y, peor aún, si persiste la estrategia de los “mudos vivos”, es decir de quienes capitalizan el caos a su favor y se regocijan de la incapacidad que tenemos para cambiar de actitud y deponer posturas rígidas. Deberíamos preguntarnos: ¿quiénes ganaron con la violencia, a quiénes les conviene la paralización del país, a quiénes les interesa inocular el miedo como respuesta? Y aunque parezca muy fácil decirlo, no habrá acuerdo posible entre la sociedad, mientras aplacemos la discusión acerca del Ecuador que queremos, sin embargo podemos iniciar con algunas ideas.

Varias cosas sí están claras: la gran mayoría de los ecuatorianos no queremos un país violento, irrespetuoso de las diferencias, intolerante con las diversidades, ciego, sordo y mudo ante el atraco de los recursos del Estado, indiferente ante la pobreza, la miseria y la indigencia, cómodo frente a las injusticias y la impunidad. Es decir, son más las cosas en las que estamos de acuerdo frente ante todas esas otras en las que no estamos de acuerdo. Por eso, a quienes propician un escenario de miedo, caos, temor y paralización, hay que decirles que están perdidos.

Queremos un país que sepa incluir a los ciudadanos comunes en las grandes decisiones, un país que integre a los héroes anónimos que hacen patria sin buscar medallas, un Estado que sepa articular las diferencias y diversidades culturales como potencialidades y no como amenazas, una nación que se enorgullezca de nuestra historia y no busque ponerse un traje que no le calza, una patria en la que cada ecuatoriano se convierta en un excelente embajador cuando está afuera.

Los 12 días de paralización son una radiografía que abre las puertas a un debate al que le hemos rehuido: poner sobre la mesa nuestras diferencias, prejuicios, complejos, taras, membretes, etiquetas, miserias, egoísmos y fantasmas para encarar con generosidad y humildad un proyecto de país aceptándoos en lo diverso, sin renunciar a lo propio de cada quien, con la generosidad de pensar en el “yo colectivo” y ya no en mi “propio metro cuadrado”.

[email protected]

César Ulloa Tapia

Nada puede cambiar si mantenemos este diálogo entre sordos y, peor aún, si persiste la estrategia de los “mudos vivos”, es decir de quienes capitalizan el caos a su favor y se regocijan de la incapacidad que tenemos para cambiar de actitud y deponer posturas rígidas. Deberíamos preguntarnos: ¿quiénes ganaron con la violencia, a quiénes les conviene la paralización del país, a quiénes les interesa inocular el miedo como respuesta? Y aunque parezca muy fácil decirlo, no habrá acuerdo posible entre la sociedad, mientras aplacemos la discusión acerca del Ecuador que queremos, sin embargo podemos iniciar con algunas ideas.

Varias cosas sí están claras: la gran mayoría de los ecuatorianos no queremos un país violento, irrespetuoso de las diferencias, intolerante con las diversidades, ciego, sordo y mudo ante el atraco de los recursos del Estado, indiferente ante la pobreza, la miseria y la indigencia, cómodo frente a las injusticias y la impunidad. Es decir, son más las cosas en las que estamos de acuerdo frente ante todas esas otras en las que no estamos de acuerdo. Por eso, a quienes propician un escenario de miedo, caos, temor y paralización, hay que decirles que están perdidos.

Queremos un país que sepa incluir a los ciudadanos comunes en las grandes decisiones, un país que integre a los héroes anónimos que hacen patria sin buscar medallas, un Estado que sepa articular las diferencias y diversidades culturales como potencialidades y no como amenazas, una nación que se enorgullezca de nuestra historia y no busque ponerse un traje que no le calza, una patria en la que cada ecuatoriano se convierta en un excelente embajador cuando está afuera.

Los 12 días de paralización son una radiografía que abre las puertas a un debate al que le hemos rehuido: poner sobre la mesa nuestras diferencias, prejuicios, complejos, taras, membretes, etiquetas, miserias, egoísmos y fantasmas para encarar con generosidad y humildad un proyecto de país aceptándoos en lo diverso, sin renunciar a lo propio de cada quien, con la generosidad de pensar en el “yo colectivo” y ya no en mi “propio metro cuadrado”.

[email protected]