La aldea global infectada

Paco Moncayo Gallegos

El visionario sociólogo canadiense, Marshall Mc Luhan, en 1985 utilizó la metáfora de la “aldea global” para describir al mundo creado por la revolución tecnológica. Cuatro años después, caía el Muro de Berlín; seguidamente colapsaba la Unión Soviética y el capitalismo se transformaba en un sistema global.

Pensadores como Francis Fukuyama, saludaron con euforia estos acontecimientos, mientras que otros, como los esposos Toffler y Samuel Huntington, pronosticaron guerras multiplicadas por guerras y luchas entre civilizaciones. Posteriormente, Ernesto Samper alertó que, a la par del capitalismo, se había globalizado el crimen organizado, el tráfico de drogas prohibidas, la corrupción, la xenofobia, el racismo, el ciberdelito y enfermedades como el sida, el ébola, a los que se suma, en estos días el rotavirus.

Con el fin de la mal llamada “Guerra Fría”, parecía sensato pensar que había llegado el momento de una activa cooperación internacional para mejorar las condiciones de vida de los pueblos, y enfrentar las terribles amenazas del cambio climático y la presión demográfica sobre los recursos del planeta. Las dos últimas revoluciones industriales permitirían -se reflexionaba- aproximarse a las utopías, largamente acariciadas, de alcanzar niveles cada vez más altos de libertad, racionalidad y dignidad para todos los seres humanos.

Lastimosamente, la realidad parece acompañar a los pronósticos pesimistas: La riqueza se ha concentrado, como nunca, en pocas manos, la lucha por la primacía unipolar de la nueva administración norteamericana, socaba las premisas fundamentales de la economía global y despierta al fantasma de una nueva Guerra Fría.

El ataque del coronavirus nos enfrenta a una ‘aldea global’ infectada, en la que los muros con que quieren aislarse las naciones prósperas no sirven y recuerdan a los dirigentes (no líderes) de las grandes potencias, que la geopolítica suicida de la competencia hegemónica, que llevó al mundo a las dos grandes guerras del siglo pasado, no sirve más. Solamente unidos, todos los países del planeta, podremos enfrentar amenazas tan graves de las que nadie, por poderoso que sea, podrá salir ileso.

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