Retorno pleno del amor

Indira Gandhi, la primera mujer primer ministro de 500 millones de habitantes de la India independiente, afirmaba que la “experiencia le ha enseñado que cuando sucede algo en contra, esa cosa se resuelve siempre en su favor”.

La pandemia aún no ha sido ni vencida ni detenida, pero sucederá inexorablemente. Lo importante es que nos va dejando algo maravillosamente positivo: el amor global en el mundo y en Ecuador. Conmueve ver el sacrificio de médicos, enfermeras, policías, militares, funcionarios públicos que entregan su tiempo y, a veces su vida, por el prójimo.

La fe religiosa, diríamos la espiritualidad, para no herir el proclamado laicismo, ha inundado el alma de las personas. Una fe robusta que desea el bien de todos. Como decía el Borges ateo: “…y sin embargo siento que tras de mí hay algo”.

Santa Teresa de Ávila, doctora de la Iglesia católica, sentía que la “medida del amor” es el “amor sin medida”. La tragedia nos ha humanizado y nos ha hecho comprender nuestra finitud y limitaciones y también nuestra trascendencia.

Que la felicidad es pasajera, que una felicidad continua no existe. Un éxtasis que dura poquísimo, pero que es una bendición.

Hay que poner también los pies en la tierra: el amor de pareja por razones médicas ha sido limitado. Se ha recomendado a los amantes o enamorados, a quienes nunca les asusta nada, que eviten las cogidas de manos, los besos y demás explosiones físicas de amor. Curiosamente volverán, por medio de los adelantos tecnológicos, los correos de amor, las fotos con dedicatoria, los versos apasionados, los serenos, hasta que cese el toque de queda y vuelvan los “toques” normales”. Tal vez volveremos transitoriamente, cambiando lo cambiable, a proclamarnos “católicos, apostólicos y románticos”, pues lo de romanos nos asusta, por lo pronto.

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