El mundo virtual

Una niña de muy pocos años se encontraba sentada en medio de sus padres, quienes comían distraídos y deslizaban su dedo de un lado a otro sobre la pantalla del celular. La niña hizo una pregunta, pero no tuvo respuesta. No satanizo el avance de la ciencia, pero nuestras actitudes revelan la convivencia familiar y social.

Alguna vez todos nos hemos sentado a la mesa con el celular encendido, cada uno centrado en su mundo sin hacer vida de familia, sin diálogo que nos permita intercambiar ideas o experiencias. Cuando se revisa compulsivamente las redes sociales, publicaciones, mensajes, perfiles, likes, información verdadera y falsa, saltando de Facebook a Twitter, al correo electrónico, rompemos con la realidad y ariesgamos nuestra salud mental.

Varios estudios demuestran que, mientras más conductas de riesgo adopten niños, jóvenes y adultos en las redes sociales, se hacen hostiles, flexibles, hablan de amistad, amor y sexo con gente desconocida, suman las posibilidades de convertirse en víctimas de atracos, estafas, abusos o acoso de cualquier tipo. No es necesario prohibir el uso del celular, los hijos podrían revelarse, terminar resentidos o utilizarlo con más brío cuando estén fuera de casa. Educarlos desde pequeños dialogando sobre los riesgos y beneficios es lo más adecuado; todos debemos enseñar con el ejemplo, aumentar la confianza en el mundo real y desconfiar de anónimos que circulan en el mundo virtual.

El celular no puede convertirse en parte de nuestro cuerpo o identidad. La nomofobia puede llevarnos a un estado de distracción constante, como si la vida real y virtual coexistieran en diferentes planos. Dar sentido a la vida con objetivos específicos; huir del aislamiento, el sedentarismo o los excesos; fortalecer nuestras relaciones sociales y familiares, la distracción sana y útil son las mejores prácticas.

Rodrigo Contero Peñafiel