El cambio del docente

Estudiar siempre es una buena opción, y más aún cuando el futuro es incierto y lo único que podemos hacer es analizar los escenarios en los que nos podremos desempeñar.

Mediante el estudio de la realidad próxima, a partir de las teorías más adecuadas y con la aplicación de las diferentes herramientas metodológicas, el futuro puede ser menos incierto, podemos trazar caminos propios que también vinculen a nuestras comunidades.

En estos tiempos de semaforización, en que se permiten y no se permiten contactos, visitas y tránsito por los espacios urbanos, así como el trabajo en los sitios que cotidianamente eran nuestro espacio profesional, la universidad se ha transformado.

La comunidad de estudiantes se configura a partir de un proyecto académico. Sin la presencia de los estudiantes, no existe universidad, que ahora se ha mudado a las plataformas digitales, a las videoconferencias y a los encuentros virtuales.

Estudiar en modalidades no presenciales ha cambiado a la comunidad de docentes, pero ha configurado mejor a la de estudiantes, que siempre buscan la forma de agruparse, de mantener afinidades para desarrollar esos proyectos íntimos y profesionales.

Hoy, los lazos de colaboración estudiantil van más allá y son ellos quienes configuran el conocimiento, mediante el descubrimiento de actitudes y aptitudes para el trabajo colaborativo en espacios digitales donde se trabaja por objetivos y proyectos reales.

Los docentes más clásicos vieron amenazada su cátedra, su autoridad y su forma de concebir el diálogo universitario como la imposición de su punto de vista.

Quienes estamos menos formateados y envarados, hemos ido adecuándonos y comprendiendo que el mundo cambia y que la comunidad estudiantil no será la misma, pues ahora la autoridad académica es compañía y guía, no catecismo ni homilía revestida de ciencia y filosofía.