El regateo

En estos últimos días, luego del confinamiento por el Covid-19, he acompañado a mi madre a hacer las compras en el mercado. Me ha llamado la atención el regateo entre compradores y vendedores. El comprador casi siempre se sale con la suya, ya que el vendedor por necesidad, o porque la oferta es superior a la demanda, tiene que inclinarse ante lo inevitable si es que no quiere quedarse con su mercadería acumulada. El éxito del regateo se basa en la satisfacción que siente la parte que logra obtener lo que quiere a expensas del sacrificio del otro.

El regateo -como práctica comercial- ha sido una de las características de las transacciones que en el Ecuador se concretan a lo largo y ancho del país. La pésima economía ecuatoriana ha llevado a que cientos de personas sin una ocupación formal o dentro de la llamada Población Económicamente Activa (PEA) hayan volcado su actividad hacia el comercio, teniendo como eje central el regateo.

Miro con asombro que las más ‘regateadoras’ son señoronas que se quejan y se ‘asombran’ de lo cara que están las cosas. Ofrecen la mitad de lo que la humilde vendedora pide, y encima piden la ‘yapa’. Estas mismas señoronas son las que van a los supermercados de los ‘malls’ y ahí sí pagan sin regatear lo que está marcado en la etiqueta. ¿Por qué demostramos nuestro poder con los pobres? ¿Por qué enriquecemos a los ricos y empobrecemos a los pobres al no pagarles un precio justo? En los restaurantes lujosos no se nos ocurre regatear.

He decidido comprar en el mercado sin regatear. No es caridad lo que pide la vendedora del mercado o de la plaza. Se está ganando la vida de una forma honesta y no debemos abusar. Nadie nos pide que regalemos nuestro dinero. No nos aprovechemos de la necesidad del prójimo y paguemos un precio justo. Apoyemos al prójimo en estos duros momentos.