Un escenario complicado

Estamos ya gastando el último trimestre de este atípico y doloroso año 2020. Muchos queremos que termine, pero nos quedamos también con la sensación de lo trunco, de lo inacabado, de lo catastrófico.

Es también costumbre pensar que, con el fin de un año, damos vuelta a la página y que todo se arregla o mejora, o tal vez nos olvidamos de lo pasado.

Pero las cosas no serán tan fáciles, no esta vez, a menos que todos pongamos el mejor esfuerzo y trabajemos en equipo, como gente que quiere lo mejor para nosotros mismos y para la colectividad.

Las dificultades radican en la trágica herencia que nos dejó el correísmo, con una abultada cartera de deudas, una corrupción rampante, la polarización de una sociedad más dividida que nunca.

La pandemia nos ha dejado muerte, desolación, un sabor de angustia y de incertidumbre no fácil de superar.

Pero también entramos en un año netamente electoral, con una enorme proliferación de candidatos, que deberían reflexionar seriamente en sus reales posibilidades electorales y en el riesgo que esa dispersión genera, porque puede dar más opciones a una tendencia que ha resultado fatídica para el Ecuador y para una buena parte de América Latina.

Por ello es necesario que empleemos lo que nos queda del año a pensar en el futuro, a planificar lo que podemos y debemos hacer, a buscar soluciones que apunten al beneficio común, a dejar de lado los individualismos y a usar el sentido común como una herramienta de un país en marcha.